Un cirujano inglés que conoció en los llanos al General Páez, relata la impresión que este jefe patrita le causó, y destaca sus cualidades militares innatas de conductor de hombres.
En estos sitios Páez tenía el mando absoluto, y la extraordinaria actividad de este pequeño hombre era casi sobrehumana. Los españoles conocían a muchos Generales patriotas por sus espaldas, pero decían que a Páez siempre lo conocían por su cara. Perpetuamente a caballo, sin zapatos o medias, teniendo por ropas unos pantalones de burda tela y una chaqueta del mismo material, parecía estar presente en todas partes.
Excitando por ese ardiente espíritu e inigualable intrepidez que se hace más osado y desesperado en proporción a los peligros que lo rodean, estaba constantemente galopando de división en división, animando a sus hombres y oficiales.
Su conducta no solamente le ha ganado sino le conservará el respecto, la admiración y la incondicional obediencia de cada uno de sus hombres, desde los más altos hasta los más bajos.
Tomado de: José Rafael Fortique: John Robertson, Cirujano del Ejercito de Bolívar. Maracaibo: 1972 Paginas 110- 111
En estos sitios Páez tenía el mando absoluto, y la extraordinaria actividad de este pequeño hombre era casi sobrehumana. Los españoles conocían a muchos Generales patriotas por sus espaldas, pero decían que a Páez siempre lo conocían por su cara. Perpetuamente a caballo, sin zapatos o medias, teniendo por ropas unos pantalones de burda tela y una chaqueta del mismo material, parecía estar presente en todas partes.
Excitando por ese ardiente espíritu e inigualable intrepidez que se hace más osado y desesperado en proporción a los peligros que lo rodean, estaba constantemente galopando de división en división, animando a sus hombres y oficiales.
Su conducta no solamente le ha ganado sino le conservará el respecto, la admiración y la incondicional obediencia de cada uno de sus hombres, desde los más altos hasta los más bajos.
Tomado de: José Rafael Fortique: John Robertson, Cirujano del Ejercito de Bolívar. Maracaibo: 1972 Paginas 110- 111
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