Monday, September 6, 2010

La colección del Museo Bolivariano, entre 1912 y 1913


Tomado de:

http://www.infociudadano.com/2010/09/06/la-coleccion-del-museo-bolivariano-entre-1912-y-1913/

Milagros González


(@milagrosblue en Twitter)


MIAMI (infoCIUDADANO)


06/Septiembre/2010

Al revisar la Gaceta de los Museos Nacionales, publicada en Caracas por el danés Christian Witzke entre 1912 y 1914, se encuentra un amplio inventario de objetos que pertenecían para la época al Museo Bolivariano (entonces llamado Boliviano). Este listado permite acercarse (con la conciencia de la distancia temporal) a lo que fue el Museo en aquel momento.

La colección de objetos del Libertador que posee el actual Museo Bolivariano tiene diversos orígenes y ha recorrido un complicado camino hasta nuestros días. Si bien se formó a finales del siglo XIX, es a principios del XX cuando se organiza, amplía y consolida. Juan Vicente Gómez aprovecha el ideal bolivariano –como muchos gobernantes han hecho– para adornar su propia imagen con los matices del prócer. Rescata los objetos icónicos del Libertador asignando un lugar apropiado para su exhibición; por lo que Gómez llegó a ser llamado por la prensa de la época, fundador y protector del Museo Boliviano.

Muchos de los objetos fueron legados por Antonio Guzmán Blanco, quien los recibió de su padre, Antonio Leocadio Guzmán, que a su vez los recibió directamente de Simón Bolívar o de sus allegados. En otros casos fueron parientes o conocidos del Libertador quienes entregaron las piezas para ser integradas a la sección de Historia Patria del antiguo Museo Nacional (*). Con el paso del tiempo se integraron objetos que pertenecieron a parientes de Bolívar y a otros próceres de la independencia.

Este origen tan diverso no impidió que para 1912 la colección tuviera objetos de gran valor. Muchos de ellos estaban acompañados por cartas originales de hasta dos generaciones de anteriores propietarios que garantizaban la autenticidad de la pieza. Lo que hacía que el Museo no sólo poseyera objetos de valor, sino también documentos que tenían un interesante valor histórico.

También se encuentra un cúmulo de otras piezas que no aparenta tener mayor interés para el estudio del Libertador y su época: cierta cantidad de coronas, medallas y otras piezas conmemorativas de fechas patrias, que fueron realizadas entre 1911 y 1914. Sin embargo, estos objetos sin aparente valor para el estudio de la época del Libertador pueden dar indicios sobre la visión que del Libertador se tenía en tiempos de Juan Vicente Gómez.

En el inventario se encuentran numerosos trajes de Bolívar o de familiares cercanos, con descripciones tan precisas como la siguiente:

“56.- Una camisa de día.- Es de batista blanca de lino, con cuello y puños fijos.Está marcada con una ‘B’ bordada con hilo de algodón encarnado. Mide 85 centímetros de largo, 55 centímetros las mangas, el cuello 38 centímetros y los puños 16 centímetros. Es la camisa que le dio el Libertador al señor Don Antonio Leocadio Guzmán el primero de enero de 1827, en Puerto Cabello. Como herencia de su padre pasó a manos del General Antonio Guzmán Blanco y éste la donó al Museo Nacional, como consta por la carta original, que bajo el número 92, figura en este catálogo” (Catálogo, p. 66).

Además hay otras prendas de vestir como medias, ponchos, pantalones, chalecos, pañuelos y chaquetas. Lo interesante es que no sólo son del Libertador, sino que ocasionalmente se encuentran prendas de familiares cercanos a él y de otros próceres, como Juan Bautista Arismendi.

En el inventario también aparecen objetos del hogar: platos, cubiertos soperas, mosquiteros y objetos similares. Llama la atención en el inventario la cama del General Arismendi y de Luisa Cáceres. Lo peculiar quizás sea la importancia que se le dio a este objeto en la exposición inaugural de 1911, pues incluso apareció reseñado con relevancia en la prensa de la época (El Universal, 25 de junio de 1911 y El Luchador, 3 de agosto de 1991), en estos artículo se comenta que, en la planta baja del Museo Boliviano se encontraba esta cama junto al catafalco en que fueron colocados los restos de José Antonio Páez. Le dan tanta importancia a un objeto como al otro y pareciera que subrayan entre líneas la importancia del “tálamo nupcial”; lleva a reflexionar: ¿por qué el objeto que representa a esta pareja mítica es una cama matrimonial y no otro?

Hay una relación estrecha entre lo considerado sagrado y privado en una pareja y su lecho, tal conexión puede establecerse con este matrimonio que, según la leyenda unió su amor de pareja a la lucha por la independencia. Tal vez Luisa Cáceres y el General Arismendi no podían estar mejor representados en la exposición de 1911.

Hay en el inventario una serie de objetos entregados por Antonio Leocadio Guzmán, que fueron obsequiados por la señora Benigna Palacios (sobrina del Libertador), junto a una carta de la misma señora en donde los autentifica. Estos objetos son un mechón de pelo, un trozo del plomo de la urna donde estuvo el cadáver de Bolívar, unas lozas que lo cubrieron, medallas, banderas y cintas entre otras piezas.

Resalta un párrafo escrito por Antonio Leocadio Guzmán: “El cordón es el mismo pedazo qe, yo tenía entre mis manos, tirando el carro funerario, a la entrada de sus venerables cenizas, qe tengo la íntima convicción de haber yo traido a su patria, pr mis constantes y felices esfuerzos” (Catálogo, p. 66). La prosa de Guzmán recuerda el afán de dejar para la posteridad constancia de los grandes hechos realizados por él, lo que ayuda a entender la manera de proceder de los políticos del siglo XIX, así como su retórica, no muy distinta de los del presente.

Se encuentra un objeto que llama la atención por haber sido extraído del cuerpo del Libertador durante su autopsia. Fue reseñado con cierto sensacionalismo en uno de los artículos de prensa mencionados: “…en un lujoso cuadro contemplamos la concreción fosfático calcárea que fue hallada en el pulmón del Libertador por su médico Doctor Reverend, al hacerle la autopsia…” (El Luchador, p. 19). Además, en la Gaceta de los Museos Nacionales (N° 6, 24 de diciembre de 1912), son reproducidos el testamento del Libertador (pp. 172- 174) y el informe de la autopsia que el Doctor Reverend realizó a Simón Bolívar (pp. 182- 184), documentos ambos pertenecientes al Museo.

Hay en la causa de muerte de los héroes un deseo de abordar el tema de múltiples maneras, pues en el fondo la intención es humanizarlo y sentir que el héroe fue tan común y cercano a la muerte como el sujeto que lo admira. Si el héroe sacrifica su vida por otros, hay un extraño consuelo al recordar que este personaje era tan humano como los que observan los vestigios de su muerte y los restos de su vida terrenal (sus zapatos, su mechón de pelo y hasta un elemento extraído de su cuerpo durante la autopsia).

En el inventario también se encuentran joyas compuestas por piedras preciosas y otros artefactos de valor como la espada del Perú, la medalla de Ayacucho, la de Bomboná y el famoso Sol del Perú, joyas todas que en conjunto recuerdan el lado brillante y glorioso del Libertador. Tal vez significaron más para sus admiradores presentes que para el mismo Simón Bolívar, quien durante sus años de gloria vivió sin hogar fijo.

No es difícil extrapolar la imagen mitificada de Bolívar que proyectan estos objetos, con los hombres de finales de siglo XIX y principios del XX que organizaron el inventario comentado. De allí a concluir que la memoria histórica es relativa hay sólo un paso. Los objetos históricos son vehículos de imágenes heroicas formadas en el inconsciente y alimentadas con la visión deformada, casi folklórica de la historia: es la historia sin memoria, la que se apoya en el anecdotario del héroe y no en su esencia fundamental. Y la anécdota alimenta al fetiche, y lo transforma en un monstruo que engulle el valor patrimonial del objeto.

La imagen del Libertador ha sido alucinante para los intelectuales cercanos a los diversos gobiernos venezolanos, desde que José Antonio Páez organizó la apología de este héroe. Se ha venerado, idolatrado y muchas veces, su imagen ha sido usada (y abusada) políticamente. Lo lamentable es que la mayoría de las veces ha sido mal utilizada: no se ha hecho con la conciencia de la temporalidad histórica. Los hombres de principios de siglo que organizaron el Museo Boliviano no fueron la excepción: anecdotizaron a Bolívar por medio de los objetos y, a través de su exhibición, continuaron con el culto fetichista del personaje.

Mucho se ha comentado recientemente que Bolívar es un personaje de su tiempo, que como genio y héroe debe ser valorado en su momento histórico. Esto es algo que no se debe olvidar al momento de visitar los museos de historia que lo representan y es algo sobre lo que deberían reflexionar los actuales directivos de los museos de historia venezolanos: pasar de la anécdota al contenido histórico, del aura del personaje mítico a su humanidad. Tal vez así sería posible alejarse del fetiche para poder ver el objeto, y darle un lugar justo al valor patrimonial del mismo.

(*) El Museo Nacional había sido creado por Antonio Guzmán Blanco en 1874, en principio sólo para exhibir objetos relacionados con la historia natural y la etnografía histórica. Adolf Ernst es designado Director del Museo y sugiere que se recolecten objetos y ofrendas del Libertador, para incluir una sección de Historia Patria

Referencias
“Catálogo”, en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo II, N° 4,5 y 6, Caracas, 24 de diciembre de 1913.
“El Museo”, en El Luchador, 3 de agosto de 1911, reproducido en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo I, N° 1, Caracas, 24 de julio de 1912.
El Universal, 25 de junio de 1911 , reproducido en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo I, N° 1, Caracas, 24 de julio de 1912.

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