Saturday, June 12, 2010

José Antonio Páez: De Peón de Hato a Fundador de la Republica de Venezuela






José Antonio Páez, en su traje de de llanero. Litografía de Fritz George Melbye 1867 - 0,22 x 0,13

Hoy 13 de junio de 2010, se cumple los 220 años del Años del aniversario de su nacimiento, una de las figuras más brillantes y controversiales de la escena política militar de Venezuela.

Oscar J. Márquez
Las hazañas (batallas, combates, sitios y tomas), casi legendarias realizadas por el General José Antonio Páez, en los llanos venezolanos durante nuestra magna guerra de independencia Mata de la Miel, las Flecheras, las Queseras del Medio y tantas otras que le inmortalizaron.


Han opacado a través del tiempo y el espacio una de las más brillantes cualidades que adornaron la indudable personalidad del gran caudillo llanero, como lo fue su extraordinaria capacidad para percibir y asimilar los distintos conocimientos del saber humano, aun hasta muy avanzada su edad, no obstante el ambiente inhóspito, hostil, duro y negativo donde transcurrieron los primeros años de su existencia.

La superación cultural de Páez solo es comparable con otros grandes hombres de origen humilde como Colon, Shakespeare, Rembrandt, hijo de molinero; Abraham Lincoln, hijo de un jornalero; Newton y Laplace tuvieron su origen en familias de labradores ; Antonio Maceo, libertador de cubano, fue caballerizo; los caudillos mexicanos Pancho Villa y Emiliano Zapata fueron peón de campo y labrador respectivamente y José Antonio Páez como hemos señalado ayudante de pulpería, llanero, caporal, soldado, General y Presidente de Venezuela, lo cual debe de ser motivo de justo orgullo para todos los venezolanos, tanto como lo son sus proezas de gran estratega militar, intuitivo en decenas de combates, y hábil político y estadista.


Nadie “…comenzó su vida en mayor humildad…”, según lo señala el apóstol de la libertad de Cuba José Martí, ni la ilustró con más conocimientos, sabiduría, y otras cualidades, del quehacer humano que aparecen, con el misterio de la vida. Y le son dados solo a los hombres privilegiados llenos del espíritu, mismo de la tierra que los vio nacer.


Vio la luz a la orilla del agua en la que habría de liberar batallas de caballería (de agua ), como en la tierra firme; le enseñaron con sangre en la escuela de la señora Gregoria la doctrina cristiana y los palotes de palomares; cartuchos de pulpería y panes de azúcar fueron sus primeras armas , cuando sirvió a su tío el pulpero de mancebo y por la tarde lo ayudaba a sembrar el cacaotal; paso la mocedad de peón de hato, trayendo y llevando camazos de agua caliente para que se lavase los pies el capataz de pelo ensortijado que no veía con gusto su rubio cabello; a lomo pelado sin más riendas que las crines, salía a la doma de los potros salvajes, rebotando, saltando por los aires, mugiendo, recibido duros golpes al caerse de ellos para levantarse nuevamente, para corretearlos hasta dominarlos y salir al galope salvando ríos, quebradas y sabanas inundadas ; o templando cerdas para los cabestros o echaba correas a la montura, en el poco tiempo libre que le permitía el negro Manuelote, que sentado en algún cráneo de ganado o de otro animal que eran los únicos asientos que se tenían, “…yo no le pregunto si sabe nadar…” le decía Manuelote “ …lo que le mando es que se tire al río y guie el ganado…”, bajo un sol abrazador o la intensa lluvia atravesando o vadeando las sabanas inundadas; por comida solo un trozo de carne de la res recién muerta, asada al rescoldo sin pan, ni sal, sola o acompañada de casabe o mañoco, empinándose seguramente un trago de agua de una tapara, por cama un cuero seco a la intemperie o bajo de un palo, o mata; por zapatos la planta de los pies, por reloj el canto de los gallos al amanecer, el sol en su cenit, o la salida de la plaga ( mosquitos) al atardecer y por juez la lanza.


José Antonio Páez nace un 13 de junio de 1790, según lo afirma en su propia autobiografía “…naci en una modesta casita, a orillas del riachuelo de Curpa. Cerca al pueblo de Acarigua. Cantón de Araure, (hoy una de las principales ciudades de la parte centro occidental de país en el estado Portuguesa)


En la iglesia parroquial de aquel pueblo, continua su relato “…Recibí las aguas del bautismo. Juan Victorio Páez y María Violante Herrera fueron mis padres. Habiéndome tocado ser el penúltimo de sus hijos y el solo que sobrevive de los ocho hermanos que éramos. Nuestra fortuna era escasísima. Mi padre servía de empleado al gobierno colonial. En el ramo del estanco del tabaco. Y establecido entonces en la ciudad de Guanare. De la misma Provincia. Residía allí por el desempeño de sus deberes. Lejos con frecuencia de mi excelente madre, que por diferentes motivos nunca tuvo con sus hijos residencia fija…”


Después de una trayectoria meteórica el General Páez fue ascendido por el Libertador Simón Bolívar a General en Jefe de los Ejércitos de Colombia en el propio Campo de Carabobo, el 24 de junio de 1821. Contaba entonces 31 años. En 1836 quince años más tarde, asumía la presidencia de la Republica de Venezuela, una vez consumada la desmembración de la Gran Colombia.


La vida agitada de la campaña libertadora no había permitido al nuevo Presidente un instante de reposo para dedicarlo al estudio. Su cultura general aún era bastante pobre. No obstante su empeño en cultivar la amistad con hombres de letras. Contaba para ese entonces con cuarenta y seis años. Había conquistado la gloria y llegaba a sus manos el poder. En el pueblo todos lo veían como un ídolo un ejemplo a seguir. Los Mantuanos de Caracas olvidando el origen humilde del Primer Magistrado de la Republica lo escogieron como el jefe nato. A su alrededor se agruparon los hombres que formarían el partido Conservador.


A pesar del extraordinario cambio de fortuna que experimentaba en su vida, el General Páez no olvidaba el firme propósito de superarse culturalmente. Los trajines presidenciales no le permitían ni siquiera abrir un libro durante el día, pero él decidió entonces destinar las noches para el estudio. A la parpadeante luz de de un candelabro con velas de cera, el estudiante magistrado veía llegar el amanecer embebido en la lectura, mientras su diligente compañera Doña Barbarita, le preparaba seguramente una taza de café cerrero para alejar el sueño.


Tanto el Secretario General de la Presidencia como los ministros del despacho, pronto se acostumbraron a ver llegar por las mañanas al Presidente con los ojos enrojecidos por la vigilia de la noche anterior, mientras podían observar igualmente, hasta con asombro, como el General Páez tomaba en sus manos cada día con mayor firmeza los asuntos del Gobierno y del Estado.


El general Páez logró mantener su influencia política en el país por más de veinte años. Exiliado a raíz del triunfo de la Revolución Federal, en 1863, fijó su residencia en los Estados Unidos de Norteamérica en donde cultivo la amistad de las personalidades más notables de la patria de Washington y recibió los más altos honores del pueblo estadounidense.


En esta nación escribió su autobiografía en dos tomos en un lenguaje sencillo y ameno pero correcto, llegando a dominar el inglés a la par que poseía notables conocimientos musicales que le permitían animar las fiestas y veladas de sus amigos con interpretaciones al piano o violoncelo o bien cantando piezas clásicas.


Falleció este hombre de humilde cuna, mozo de pulpería, peón de hato, soldado nato, General en jefe de los Ejércitos, insigne prócer de la independencia, fundador de la Republica de Venezuela y Magistrado de la misma el 6 de mayo de de 1873, sus restos fueron repatriados al suelo que tanto recorrió, trajino y forjo, quince años después de su fallecimiento no sin que antes, se le rendirán los más altos honores de despedida y respeto por el Gobierno y pueblo estadounidense. Al igual que el venezolano, al llegar sus restos a su suelo patrio.

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