Monday, July 7, 2008

PAEZ ¡MOJAR LA LANZA¡



Dibujo de Angel Parra 1973

Tomado del Diario Nacional, de Bogotá, del 2 de Abril de 1919. Del Libro de Recortes de Periódicos existente en la Fundación John Boulton.

El Doctor Teodoro Valenzuela, escritor colombiano, se hizo amigo del General Páez en los Estados Unidos, y luego volvió a encontrarse con él en lima (Perú) EN 1872. EL anciano General le contó algunas curiosas anécdotas, como la que reproducimos.
El Historiador Colombiano le pregunto al General Páez.
-¿cómo se explica, General, que Bolívar, que no era sino un “coronelito” de milicias en Caracas, débil de cuerpo y tan joven, los dominó a ustedes, y sobre todo a los llaneros, rudos y casi salvajes?
-Mi doctor, contestó, porque el Libertador era muy grande.
Esta frase, en boca de Páez, me causó profunda impresión. Ante tales testimonios y de tal modo expresados, no quedaba más que inclinarse y creer.
Pero esta confesión de parte de aquel guerrero singular, lo elevó a él mismo en mi estimación.
Como los semidioses antiguos, los hombres grandes son más o menos iguales entre si, y la envidia no los hace rebajar el mérito de sus congéneres.
Otra vez le preguntaba:
-¿Es cierto, General, que los valientes como usted no tienen miedo en las batallas?
-¡Ah, mi doctor ¡ ¡Si usted hubiera oído el “traqueteo” que yo hacia con los estribos en Carabobo¡
-¿Cómo es eso, General? – le dije.
-Pues el ruido de los estribos con las espuelas, porque me temblaban las piernas.
- Pero, agregó, eso era al principio, porque después no se sentía nada; y a lo que entraba en combate no me volvía a acordar ni de mi mismo.
-¿Cuántos enemigos llegaría usted a poner fuera de combate en una batalla? – Le pregunté otro día.
-Eso es muy difícil saberlo; pero así por cálculo unos cuarenta o cuarenta y tres. En las Queseras del Medio.
-¡Cómo General¡ ¿Usted llegó a matar cuarenta y tres hombres en un solo combate?
-No precisamente matar; no se necesita matar; basta “mojar” para que un hombre quede inútil.
-¿Cómo es eso de “mojar”? – le dije.
-Doctor, usted comprende que cuando un hombre tiene adentro dos dedos de lanza, los nervios hacen lo demás, y el hombre está perdido. En esto consiste, agregó, el juego de la lanza, y el que la maneja así, se expone a quedar desarmado.

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