José Antonio Páez en Puerto Cabello
1865 - General José Antonio Páez P.Hass Litografia 0,53 x 0, 43
Tomado de:
10 de abril 2015 - 12:01 am
A mi amigo y colega
Anatólio Medeiros Arce
De la Universidade Federal da Grande Dourados (Brasil)
Los hechos suelen ser recordados en libros, revistas y
manuales de historia: en 1846 un levantamiento encabezado por Francisco Rangel
y Ezequiel Zamora intenta tomar la conducción del Estado. Páez –cabeza visible
de la represión– sale al frente del ejército y derrota aquel proyecto.
Años después recordará en su Autobiografía que, como
resultado de esa victoria militar: “Mis conciudadanos me colmaban de los más
lisonjeros obsequios. Las municipalidades me enviaban sus felicitaciones, y me
acogían en sus recintos con honores triunfales: los individuos acudían en
tropel a darme la bienvenida, los poetas me consagraban brillantes composiciones,
y hasta las mujeres creían cumplir con un deber del patriotismo dirigiéndome
discursos congratulatorios en que me llamaban el padre de la patria”.
Lo expresado por el general, en efecto, da cuenta de los
homenajes y tributos que se le rindieron. En todos los centros poblados que
atravesó mientras dirigía sus pasos en dirección a la residencia que habitaba
en Maracay –toda vez que habían concluido los juicios contra los líderes del
levantamiento– era recibido con expresivas manifestaciones de júbilo. En tal
sentido, he querido referirme el día de hoy al júbilo que le manifestó Puerto
Cabello en julio de 1847.
El día 18, alrededor de las 5:00 de la tarde, llegó el
triunfador. Lo acompañaban más de 2.000 jinetes, la mayoría de ellos se le
habían unido en el camino. La primera actividad que tenía organizada la máxima
autoridad civil del lugar consistía en un recorrido a caballo por la población.
La calle General Páez y la calle Colombia fueron las elegidas para tal fin; por
tal razón, estaban adornadas con los arcos de palma habituales en esos casos,
guirnaldas florales y banderas de diversos colores. En determinado momento del
recorrido, desde una casa familiar cayó una lluvia de flores sobre el
homenajeado.
Finalmente, la comitiva llegó a la residencia que le tenían
asignada al ilustre visitante. Antes de retirarse, el grupo de soldados que
hacían de escolta hizo algunas demostraciones militares. La infaltable banda de
músicos ejecutó varias piezas. Sin embargo, no habían concluido los actos del
día pues, a las 8:00, dio inicio la retreta. Poco antes de esa hora se había
servido la comida. A las 10:30 se retiraron los invitados “para dar treguas al
descanso del Centinela de Venezuela”.
Las noticias que recojo sobre aquel acontecimiento las he
tomado de periódicos de Valencia y Caracas. Por eso estoy enterada de que, el
siguiente día, los actos programados incluyeron las felicitaciones de todos los
cónsules asignados a esa plaza y, en la tarde, tocó rendir palabras de
fidelidad a los miembros del Concejo. Hubo discursos alusivos a la ocasión.
Para la tarde estuvieron pautados los “juegos de novillos en la calle de
Colombia”. Alrededor de las 9:00 de la noche, la casa del señor Domingo A.
Olavarría se había convertido en sitio de encuentro espontáneo de una concurrencia
de ambos sexos. “Aprovechando la espontaneidad de aquellas personas, el
obsequioso Sr. Olavarría transformó de improviso la sociedad en baile, el cual
fue tan formal como si hubiese sido dispuesto con antelación, más de
veinticinco parejas danzaban a la vez en aquella espaciosa sala y Su Excelencia
se divirtió hasta las dos”.
El 20 fue la fecha señalada para un almuerzo en el campo. A
tal fin, a las 9:00 de la mañana tomaron como refugio una espesa arboleda de
mangos. La disposición de los árboles permitía el escape del rigor solar, razón
por la cual un abundante almuerzo satisfizo a más de cien concurrentes. Pero no
quedó ahí la inventiva de los anfitriones. Una multitud de hamacas fueron
colgadas bajo aquella sombría arboleda: nada parecía excesivo para proporcionar
tranquilidad a los asistentes. Más tarde hubo música, los cantos fueron
responsabilidad del reconocido vocalista señor Roberto Corser. No faltaron las
corridas de caballos a las que era tan afecto el general. A las 4:00 regresaron
a la ciudad. A las 7:00 de la noche Su Excelencia se retiró a sus habitaciones.
Los homenajes siguieron varios días. En algunas mañanas y
tardes el héroe de la jornada visitó algunas casas familiares. A las 8:45 del
21 de julio fue el momento para iniciar el gran baile. Los invitados de la
noche sumaron más de 250 personas. Como era protocolo propio de nuestro país, a
la 1:00 de la madrugada se sirvieron exquisitas viandas. A las 2:00 continuó el
baile. A las 4:00 se volvió a la mesa. Ya vaciados de energía, los asistentes
comenzaron a retirarse “al rayar el alba”.
En otra ocasión fue el obsequio en el mar. Lo hizo el
comandante de la goleta Habanera. En el buque, Páez fue recibido y despedido
con salvas. De vuelta en la ciudad, se valieron de la tarde para continuar con
“el juego de novillos”. En la noche el vencedor visitó otras casas. El sábado
la comitiva partió a las 8:00 de la mañana en dirección a San Esteban. La idea
era visitar a un viejo amigo de los años de mayor gloria militar, se habían
conocido en los tiempos de guerra libertaria: era el general Salom. En esa
ocasión el señor. Abigaíl Lozano compuso unos versos que comenzaban: “¿Quién es
ese guerrero, patriarca de la Fama,/ Que vive con las aves a orillas de un
raudal?”.
De regreso a la ciudad, fue sorprendido por una comparsa de
máscaras que tomaron su casa a las 3:00 de la tarde. De esa guisa, baile y
música alegraron a la Excelencia durante una hora. Debo decir que no era
Carnaval sino que el recurso de enmascarase era habitual en todo festejo
público. En esta ocasión no fue distinto y los entusiastas gozaron de lo lindo.
Esa misma jornada, a las 3:00 de la tarde hubo la habitual
distracción taurina. En la noche los jóvenes porteños dieron lo suyo con un
baile. Decía la crónica que el refresco fue selecto y abundante. Los compases
duraron hasta las 5:00 de la madrugada.
El 26 fue el último día de agasajos. Los planes del general
eran sencillos: visitar a las familias que le habían brindado atenciones. Por
cuanto eran muchas, el gesto de cortesía se prolongó hasta la noche. El llanero
vencedor quiso retirarse temprano y así lo hizo. No obstante, estaba lejos de
su alcance imaginar la serenata que le ofrecerían los extranjeros; de tal
manera, estos espontáneos “le llevaron música y le cantaron muy buenas
composiciones armoniosas”.
Después de nueve días de festejos constantes, Su Excelencia
José Antonio Páez debía retornar al hogar. Se quedaron en proyecto algunos
tributos, como las cenas y bailes que tenían meditados los cónsules de España y
Francia. Al mediodía del 27 de julio se concretó la partida. Los ánimos estaban
decaídos, pero no vaya a creerse que por cansancio sino porque sabían que
volvían “al mundo real después de haber probado las dulzuras de una existencia
ideal; y esta consideración nos dominaba enteramente”. Era el gobierno de José
Tadeo Monagas, vale la pena recordar.
Las últimas palabras del visitante antes del adiós no
pudieron ser más lacónicas: “Porteños, adiós, os llevo en mi corazón”.
alcibiadesmirla@hotmail.com
Labels: El General José Antonio Páez, Páez fundador de la República de Venezuela
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