Entrevista del General Páez y José Dionisio Cisneros en el Tuy.
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Tomado de:
Septiembre 2, 2012
Por: Manuel V. Monasterios G.
José Antonio Páez.
En 1831 el General José Antonio Páez
(Presidente de la República) y el bandido José Dionisio Cisneros
(El último Realista) se entrevistaron en las cercanías de Ocumare
del Tuy.
La Batalla de Carabobo no significó la desaparición
total de la resistencia armada realista en territorio venezolano, en las
montañas de la Cadena del Interior al sur de los Valles del Tuy, en los límites
con los llanos de Guárico, en los altos de Guatopo, se mantuvo una guerrilla,
de más de doscientos bandidos, capitaneados por José Dionisio Cisneros,
sargento del “Ejército Español” durante la guerra de Independencia. Entre 1821
y 1832 se dedicó con ferocidad y violencia al pillaje, al secuestro, al cobro
de “vacuna de protección” en nombre del Rey Fernando VII, desconociendo al gobierno
de Colombia, representado en el Departamento de Venezuela por el General José
Antonio Páez.
La situación de anarquía representó un grave problema para
encausar positivamente la producción agropecuaria de los Valles del Tuy,
granero y despensa de la capital. Es el mismo General José Antonio Páez en su”
Autobiografía” es quien narra los hechos de este encuentro con Cisneros,
el cual resumimos:
Los hacendados abandonaron los campos tuyeros, la escases de
comida en Caracas, especialmente de maíz para la elaboración de arepas, obligó
al gobierno a la búsqueda de una solución, el mismo Arzobispo de Caracas Dr.
Méndez se queja ante el General Páez de la ausencia del pan de maíz. El
Gobierno comisiona al General Felipe Macero, en septiembre de 1830, para que
busque en sus madrigueras al bandido Cisneros, éste se escurre por los caminos
que solo él conoce, se hace casi imposible someterlo, sin embargo capturaron a
un hijo de Cisneros y lo trasladaron a Caracas. El general Páez considera
oportuno llevar adelante un plan distinto para vencer al bandido Cisneros, para
lo cual asume una postura de protección y cariño con el muchacho, lo colocó en
un colegio, lo vistió, le puso zapatos, lo cual era considerado en aquella
época como un ascenso social. El General Páez decía que si le podía poner unos
zapatos a Dionisio Cisneros estaba seguro que abandonaría el monte y sus
acciones de pillaje guerrillero. Además le sirvió de padrino de Confirmación,
con lo cual creaba un vínculo de compadrazgo, el cual era muy respetado por
Cisneros quien era un católico ultramontano.
El General Páez, Presidente de la recién creada Republica de
Venezuela, busca las vías conciliatorias para ganarse a Cisneros, quien tenía a
Caracas pasando necesidad por la baja producción de comida en el Tuy. Se ve
obligado en 1831 a separase de la Presidencia provisionalmente y trasladarse a
la hacienda Súcuta, propiedad del Marqués del Toro, instalarse en el lugar
cercano a Ocumare, donde llegaban campesinos que sabían dónde estaba Dionisio Cisneros.
Organiza grandes saraos donde se toca, se canta y se baila un género musical
antecedente del joropo tuyero, denominado “Carrizo”. Se elaboraban sancochos,
carne asada y las ya famosas hayacas y lógicamente todo regado con el
aguardiente de caña. Así logro que lléguese a Cisneros el mensaje. “El
Presidente Páez, el taita, quiere una entrevista para buscar la paz”.
Es así como se fija la entrevista en el sitio de Lagartijo al
sur del rio Tuy, el General Páez llega a estos montes acompañado de dos
edecanes y un antiguo lancero llanero que la acompañaba desde 1819. Páez ordena
el lancero que anuncie su llegada al jefe de los bandidos, para lo cual tiene
que subir a una roca inexpugnable donde se hallaba atrincherado Cisneros con
más de doscientos bandidos todos armados con trabucos, pistolas y machetes.
Media hora después regresa el lancero y le informa a Páez de la situación
altamente peligrosa para su vida, pues Cisneros le había dicho con una sonrisa
tenebrosa que sería recibido como se merece.
Páez asume el reto con sangre fría, sabe que estos seres
primitivos, peligrosos, violentos sienten admiración por los hombres valientes,
condición indispensable del caudillo de la época, quien en gesto romántico y
caballeresco se juega la vida con arrojo para el logro de sus objetivos. Sube
la cuesta y llega a un paraje donde de repente del monte salen más de 200
hombres armados, dispuestos a poner fin a la vida del primer lancero del mundo,
al enemigo jurado del Su Majestad Don Fernando VII. Al fondo de la espesura
aparece la figura de un hombre alto, fornido, con rasgos indígenas en rostro,
armado con dos pistolas en el cinto, en la mano una carabina de dos cañones, el
cual se dirige al General Páez en los siguientes términos:
_Páez ¿Cómo se atreve a subir hasta aquí? ¿Qué viene a
buscar, lo que no se ha perdido?
El general Páez le responde:
_Vengo sólo a entenderme contigo para poner fin a esta guerra
inútil, eres el último realista.
Responde Cisneros:
_Páez, no hay guerra inútil cuando se lucha por Dios y Su
Majestad, a quienes soy fiel hasta el final.
_Tu ves, con mis hombres puedo luchar contra tus ejércitos,
no les temo. Te he obligado a venir hasta acá y ahora te puedo fusilar en menos
de lo canta un gallo, quiero que veas la habilidad de mis hombres con las
armas.
El General Páez confía en su capacidad de mando, sabe
perfectamente que el bandido lo somete a una prueba, si flaquea o demuestra
debilidad es hombre muerto. Con voz firme Páez ordena algunas maniobras que los
hombres ejecutan con marcial precisión, se coloca delante para ordenar una
carga de fuego, sabe perfectamente que le pueden fusilar. Cargan las baquetas y
en un gesto supremo de locura o heroicidad ordena:
-¡Fuego!-
Cisneros en el momento oportuno hace un gesto y los disparos
pasan rosando la cabeza del General Páez.
Cisneros admirado por el gesto de suprema valentía, le dice:
_Lo que no lograron sus ejércitos lo hizo su valor, de hoy en
adelante cuenta con un amigo en las buenas y en las malas.
Fue así como el General Páez regresó a la Capital acompañado
de Cisneros, se le dio el grado de coronel de la Republica. Años después le
correspondió combatir el “Indio” Rangel y Ezequiel Zamora, durante la
“Revuelta Campesina” de 1846, en las cercanías de Villa de Cura.
José Dionisio Cisneros muchas veces se salía de las normas y
la legalidad y volvía a sus andanzas de bandidaje y pillería, afirmaba que su
pacto era con el General Páez, no con las leyes de una república en la cual no
creía. Cansadas las autoridades competentes de esas insubordinaciones, se
le detuvo y se le sometió a consejo de guerra en Villa de Cura y fue
fusilado.
Hoy queda el recuerdo de un terco realista, las leyendas y
consejas de sus tesoros enterrados en diversos lugares del Tuy.
Fuentes: General José Antonio Páez “Autobiografía” Edición de
la revista Bohemia. Caracas 1980.
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