Tuesday, June 28, 2011

LA COSIATA






Litografía del General José Antonio Páez 1858 Elaborada por  Francois D´Avignon  0,52 x 0,405

Por: Carmen Esperanza Iribarren


E-mail: carmeniribarren@hotmail.com

LA COSIATA, fue un acontecimiento sucedido el 30 de abril de 1825 cuyas características y consecuencias han sido objeto de fuertes debates, pero cuyas peculiaridades deben analizarse primeramente a la luz de documentos fehacientes y complementariamente por medio de tradiciones respetables;  eso es lo que pretendemos hacer algunos portugueseños  entre los que me encuentro que creamos  un frente desprovisto de cualquier ideología política cuyo único fin será el de  defender el honor de nuestro prócer el General JOSÉ ANTONIO PÁEZ.

A pesar de que los pormenores que rodean los hechos del 30 de abril de 1825 en Valencia, causan bastante molestia en algunos ¿defensores de la venezolanidad?, debemos hacer un esfuerzo por moderar estas sensaciones. La intención no es sembrar discordia entre dos naciones libertadas por la misma espada y que están destinadas, conservando la soberanía de cada una, a tener muchos proyectos y metas comunes.

La Cosiata no fue un movimiento para derrocar a Bolívar ni para separarse de la Gran Colombia. Bolívar lo entiende así; por eso cuando llega a Venezuela, indulta a todos los comprometidos en La Cosiata, por decreto del 1º  de enero de 1827 y ratifica a Páez en el cargo de Jefe Superior Civil y Militar de Venezuela, y le da más poder. Si Bolívar lo entendió así, ¿podemos nosotros cambiar su pensamiento?

Páez en su autobiografía narra los graves sucesos que produjeron una intensa amargura durante toda su vida, tal y como lo manifestó a sus compatriotas de Venezuela en 1833, es decir 3 años después de acaecidos en esta forma:

“El 27 de abril de 1826 había pedido varios ciudadanos a la Municipalidad de Valencia que se suspendiese el cumplimiento de la orden que me separaba del mando. Convocó aquel cuerpo a los letrados de la ciudad para consultarles sobre la cuestión propuesta, la cual si se llevaba a efecto, decían podía ocasionar disturbios e insurrecciones, y uno de ellos, el Dr. Miguel Peña, con otros dos, expuso “Que no había ninguna medida legal que pudiera suspender la ejecución de la orden y que ni el mismo Ejecutivo podía hacerlo sin infringir abiertamente su Constitución. La Municipalidad acordó entonces que se manifestara “el profundo sentimiento de que hubiese sido admitida la acusación  contra mi persona; la persuasión en que estaba de que yo me justificaría completamente; que todo el vecindario se hallaba convencido de la puntualidad y exactitud con que había desempeñado mis encargos, ganándome la confianza, respeto y amistad de todos; y que en la necesidad de salir del departamento en obedecimiento de las leyes, les quedaba el consuelo de volverme a ver indemnizado satisfactoriamente”/. Los que no se dieron por satisfechos con semejante declaratoria apelaron, para que aparecieran.

fundados los temores que habían manifestado anteriormente, a las vías del asesinato, dando muerte a dos infelices que no habían tenido ni arte ni parte en los sucesos que se debatían y arrojando sus cadáveres a la puerta del edificio de la Municipalidad. Hallábanse en éste muchos  individuos ansiosos de saber el resultado final de la cuestión, cuando el Gobernador de la provincia Fernando Peñalver exigió al Coronel Francisco  Carabaño, comandante de las tropas de la ciudad, que hiciera cumplir sus deberes a los militares que estaban en el edificio y se mostraban favorables al movimiento. Carabaño, los mandó a sus cuarteles, y entonces todos allí congregados vinieron a mi casa en tumulto y me condujeron en hombros a presencia de la Municipalidad.


ACTITUD DEL LIBERTADOR:

Los sucesos de Valencia fueron rápidamente apoyados por varias  municipalidades entre ellas la de Caracas misma,  que indudablemente se dio cuenta que Páez no era el verdadero culpable; que todo había sido una especie de celada, para hacerlo caer en una trampa. Y el mismo Bolívar  no tardó en terminar una extensa carta, llena de reflexiones y de razonamientos muy profundos, casi filosóficos, fechada el 8 de agosto, con el siguiente corolario profético: “…A mis ojos, la ruina de Colombia está consumada desde el día en que V. fue llamado por el Congreso…”.

Más adelante con mayor conocimiento de los hechos culmina así el borrador de una carta fechada el 3 de julio, dirigida a Sucre: …(Yo muy poco sé hasta ahora de la realidad de los pasos que haya dado Páez, pero sí estoy cierto  que ellos son a consecuencia de la acusación que se hizo contra él y que no debió admitirse, no por temor hacia él sino porque él cumplía una orden). /El hecho es que, cualquier arreglo que hagamos ahora, si no es fundado en la naturaleza de las cosas, es decir, sobre lo que indispensablemente debe hacerse, yo creo que todo será sin efecto.

A la hora de juzgar a un héroe de la talla de JOSÉ ANTONIO PÁEZ, no puede procederse con ligereza ni improvisación. El movimiento que hemos conocido con el nombre de LA COSIATA, denominación ésta que tiene cierta connotación despectiva, fue a nuestro entender, una reacción espontánea popular, desgraciadamente ensombrecida con dos asesinatos, pero que brotó de la indignación producida  por una medida indudablemente ilegítima aunque cubierta con un ropaje legal. Y es que de la arbitrariedad suele derivarse más arbitrariedad. Del decreto, desconsiderado e impositivo de Santander, no podía nacer otra cosa que molestia, indignación, acusación e injusticia. Tal medida y sus nefastas consecuencias fueron a nuestro entender, la causa inmediata de la disolución de la Gran Colombia. Las mediatas fueron las de la precipitación con que se procedió, por razones de guerra, a pactar una unión que no teniendo base sociológica real, tampoco tuvo la legitimidad suficiente para mantenerse en pie. Bolívar el fundador, quien tuvo siempre la no muy común cualidad de reunir el idealismo con el realismo; no se engañó a sí mismo respecto a este punto, y no pretendió engañar ni a su generación, ni a las futuras.

Esta fue su sensata opinión al respecto:
“Mientras teníamos que continuar la guerra, parecía, y casi se puede decir que fue conveniente la creación de la República de Colombia. Habiéndose sucedido la paz doméstica y con ella nuevas relaciones, nos hemos desengañado de que este laudable proyecto, o más bien este ensayo,  no promete las esperanzas que nos habíamos figurado. Los hombres y las cosas gritan por la separación, porque la desazón de cada uno compone la inquietud general. Últimamente la España misma ha dejado de amenazarnos; lo que ha confirmado más y más  que la reunión no es más necesaria, no habiendo tenido ésta otro fin que la concentración  de fuerzas contra la metrópoli…”

Amigos, la historia está escrita por quienes participaron en ella, solo hay que profundizar en nuestra hermosa historia para aprender, comprender,  respetar y defender la honra de nuestros libertadores.  Quienes pretenden mancillar el honor del General José Antonio Páez no son más que ignorantes y quienes repitan sin conocimiento ni personalidad las palabras de los ignorantes, no son más que lacayos serviles del padre de la ignorancia.


CARMEN ESPERANZA IRIBARREN P.
C.I.V-No. 3.803.218
Teléfono: 0416-940.76.64











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