PÁEZ, EL HÉROE DE LAS QUESERAS DEL MEDIO
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Posted in Autor: ©Giuseppe Isgró C. By Giuseppe Isgró C
El 13 de junio de 1790, nació uno de los máximos héroes de la Patria y uno de sus hijos más ilustres: José Antonio Páez. La hazaña cuyo recuerdo emocionaba más al General Páez, era la de “las Queseras del Medio”, donde con un selecto grupo de 153 hombres, logró una de las más grandes victorias militares de la historia.
Estando Bolívar en Apure, y los realistas, al mando de Pablo Morillo, en las del río Arauca, en la margen izquierda del sitio conocido como “las Queseras del Medio”, llamó a Páez, a quien, -según relato del General Guzmán Blanco, que le contara uno de los héroes-, le dijo, frente a los demás jefes patriotas: -“Qué clase de valor es el suyo, General Páez? -¿Qué especie de jinetes tiene usted que no puede hacer una simple diversión al enemigo, una recorrida siquiera para tantear sus posiciones?
A lo cual, Páez, le respondió: -“Mi General, yo no sabía que en un Campamento en que “Vuecencia” es el Jefe me fuese permitida ninguna iniciativa: excúseme “Vuecencia”, que yo espero reparar la falta que involuntariamente haya cometido”. –“Diga usted, le contestó Bolívar”. –“Yo conozco, le refiere Páez-, un vado que está más arriba, y, si “Vuecencia” me deja escoger 150 jinetes y los jefes y oficiales que me acompañen, saldré esta misma noche, y mañana, antes del mediodía, espero estar inquietando a Morillo”. –“Muy bien, muy bien, respondió Bolívar; eso es lo que yo esperaba de usted”.
Era el dos de abril de 1819, y en la madrugada siguiente estaría cumplida la hazaña; constituyendo fecha gloriosa en los anales del valor, del heroísmo y de la libertad patria. Páez escogió 153 hombres, los dividió en siete grupos, puso al mando de cada uno a: los coroneles: Francisco Carmona; Francisco Arismendi; Cornelio Muñoz; los Tenientes coroneles: Juan Antonio Mina, Juan Gómez, Fernando Figueredo y Juan José Rondón. Su jefe de Estado Mayor era el General Justo Briceño; reservándose un grupo que dirigió personalmente él.
En primer lugar, atraviesa el río, se acerca a un lugar donde se encontraba una avanzada del ejercito realista, tomándola prisionera; luego, encuentra una segunda avanzada, denominada Gran Guardia, con iguales resultados. Acto seguido, realizaría la gran hazaña de las Queseras del Medio. Páez estaba fuertemente motivado, debido a que se encontraba ofendido en su amor propio, por cuanto, un realista pasado al bando patriota le había referido que Pablo Morillo planeaba capturarlo y hacerlo prisionero, en una de esas tantas escaramuzas, mediante las cuales, -con pleno dominio del arte de guerrear, y emulando al gran estratega romano Fabio Máximo, quien para desgastar al enemigo de Roma, Aníbal, empleó estrategia similar a la que usaba Páez, indicio certero de que éste, en 1819, ya había leído las Vidas Paralelas, de Plutarco, tal como conocía ya La Ilíada y La Odisea, de Homero. Por ejemplo, Páez, para privar al enemigo el acceso a pertrechos, provisiones y refugio, previa consulta con la Población de San Fernando, quemó el pueblo completo. Luego, prendía fuego a grandes extensiones de pastos, con exterminio del ganado yacente, lo cual privaba de alimento a los realistas y a la vez los corría de los lugares donde acampaban. De noche, amarrando cueros secos a las colas de caballos salvajes, -al igual que Aníbal utilizaba bueyes-, los lanzaba a los campamentos realistas, creando grandes estragos y alarmas, que los mantenían en vilo, y, además, en constante inquietud.
Igualmente, Páez, regularmente, atacaba a los realistas con un puñado de hombres, pero sin involucrarse en la batalla, hacía que huía, llevando a los realistas a lugares peligrosos dentro de los morichales, donde, tanto los cavallos como los jinetes, generalmente, quedaban atrapados.
Morillo estaba claro que sin Páez como líder los llaneros dejarían de ser tan peligrosos. Dentro del plan del día, Páez calculó hasta donde llegarían los proyectiles enemigos, mando a poner señales después de las cuales, en el ataque, no se debía pasar; y, atacando, al acercarse a la señal, los realistas dispararon, perdiéndose el efecto de la carga, para acto seguido, Páez y los suyos, simulaban un escape, yendo en pos de ellos Morillo y los suyos, por considerar que abandonaban la batalla.
Páez, intenta inducirlos hacia el sitio donde le tendía una emboscada con uno de sus grupos. Morillo, trata de envolver a Páez y los suyos, con dos alas laterales, para hacerlo prisionero, lo cual estuvo muy cerca de lograr. Luego, a una orden de Páez, con voz de trueno, diciendo: -“vuelvan cara..s”, esos intrépidos héroes se volvieron al ataque, lanzas en manos, introduciéndose en las desconcertadas filas realistas por el centro, a quienes, en lucha cuerpo a cuerpo, fueron diezmando, una parte por la lucha directa, y, la mayor parte, por cuanto los llaneros, conocedores del terreno, fueron llevando a los realistas a los lugares peligrosos por los morichales y del río Arauca, en los cuales, -los realistas-, por lo regular, entraban pero no salían.
El gran desconcierto que tal estrategia provocó entre los soldados realistas, creó tal terror que los indujo a un abandono desordenado de la batalla, causando, ellos mismos, gran estrago entre sus propias filas.
Morillo, al resguardo de un bosque, llegada la noche, pudo salvar buena parte del ejercito, y recuperar el ánimo de los suyos; pero, sus bajas fueron cuantiosas, mientras que, en las filas patriotas, sólo hubo dos bajas y seis heridos; con deceso de uno de ellos al día siguiente.
Ya estaba sellada la gran victoria. Un puñado de 153 hombres puso en jaque, diezmándolo, a un ejército de 7.000 hombres entrenados en la guerra contra Napoleón.
Nada igual relata la historia. Pero, el impacto psicológico fue aún mayor. Morillo comenzaba a ver la “imbatibilidad” del ejército patriota. Páez y sus hombres, cual Aquiles, esperan su Homero para relatar tales hechos heroicos. Todo este prodigio de valor, heroicidad, patriotismo y habilidad, tenía por testigos, montados sobre las copas de los árboles, a Bolívar y al resto del ejercito patriota, quienes expectantes, con gran admiración, contemplaban tan sorprendente e incomparable hazaña.
Al regreso de Páez, con sus soldados, Bolívar lo abraza, felicitándolo y, en seguida, los premia a todos, con la Cruz de los Libertadores, lanzando la proclama: -“A los bravos del ejercito de Apure”, en cuya parte final, expresa: -“¡Soldados, lo que se ha hecho no es más que el preludio de lo que podéis hacer. Preparaos al combate, y contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y de vuestras bayonetas”.
El profesor José A. Febres Guevara, en su excelente obra: “Los héroes de las Queseras del Medio”·, ha sintetizado, en un bien documentado trabajo, la vida de los 153 héroes. Muchos de ellos, participarían, después, de las batallas de Boyacá, Carabobo, la toma de Puerto Cabello, Junin y Ayacucho. La proyección de “las Queseras del Medio”, su efecto glorioso y estímulo electrizante en la elevada auto-estima del ejército patriota, hay que verlo en la globalidad de la Guerra de la Independencia.
Páez, con el pasar del tiempo, seguiría prestando sus valiosos servicios a la Patria.
Adelante.
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