Wednesday, September 29, 2010

Pedro Camejo, afrodescendiente primero




Placa en alto relieve de Pedro Camejo ( El Negro Primero) en la Avenida de los Héroes, la cual forma parte del monumento de Carabobo. de 1.20 mts x 80 cms, sobre un pedestal de 1.80 mts x 90 cms


Tomado de:
http://www.enfoques365.net/N14782-pedro-camejo-afrodescendiente-primero.html

Por Eduardo López Sandoval
eduardolopezsandoval@yahoo.es
El escribir por estos medios, en estos tiempos de avanzada de la telemática, tiene sus caracteres: han opinado, casi en tiempo real, acerca de nuestro escrito anterior, -que fue el primero de esta serie- disímiles y numerosos lectores. De algún lugar llamado Winston Salem, desde el propio Imperio, he tenido importantes opiniones. Se comunicó con nosotros un nuevo amigo de la red, Don Ricardo Izquierdo, quien se identifica: “Yo, vivo y trabajo aquí en Paz de Ariporo, Casanare, en el Colegio Juan José Rondón, hace 19 años”. Hasta tuvimos el honor de recoger los pareceres del propio Juan José. Por supuesto, me escribió un correo electrónico Juan José Rendón, porque Juan José Rondón no pudo ser, no porque esté en el Panteón Nacional, además, porque sus tiempos están muy alejados de estas eras de máquinas con teclas, y por sobre todo, no hay ningún testimonio que indique que el Coronel Rondón supiera leer y escribir. Me dice Juan José, -repito, el de hoy: “Entrando de Rondón... Tuve el placer de encontrarme con su escrito hoy, me resulta grata la aproximación que hace usando ese paralelismo. El Presidente Uribe, en una conversación en Honduras, me recordaba esa historia y me decía jocosamente, Coronel Rendón “vaya usted y salve la Patria”, citando la orden que recibió Juan José Rendón en la Batalla del Pantano de Vargas. Por cierto, mi Padre, mi Abuelo, mi Bisabuelo y así hasta la época de la independencia, se llamaron igual y todos fueron varones primogénitos, militares del ejército, únicos varones en su familia; con la excepción de mi persona que aunque estudié la secundaria en el Liceo Gran Mariscal de Ayacucho, la vida me llevó a Ser Estratega. Pero de campañas y de gobiernos. Estás en lo cierto en la confusión con los apellidos; era originalmente Rondón y con el tiempo y como un interés humano normal por hacer la diferencia frente a otra parte de la misma familia, se cambiaron los apellidos. Sin embargo provienen del mismo árbol Genealógico. Un abrazo. JJ Rendón o Rondón.”. A este correo electrónico, no se le ha cambiado nada en sustancia, especialmente, el indiferenciado uso, que hace el Estratega de campañas electorales, entre Rendón y Rondón.


Les recuerdo. En el anterior escrito, hablamos de Juan José Rondón –el guariqueño, héroe de la independencia de Colombia y de Venezuela-, y la “encarnizada-sin-sangre” pelea que han tenido los historiadores por definir su tierra de nacimiento, en franco parangón con Juan José Rendón, “héroe” de la victoria de Santos, en los recientes comicios presidenciales de Colombia. Asimilamos en ese escrito, a los dos Juan José, por varias razones: uno, por ser venezolanos, que se fueron ambos a pelear a Colombia. Por supuesto, cada uno en lo suyo, J.J. Rendón como estratega electoral de hoy, y J.J. Rondón, como coronel de la Guerra de Independencia contra el Imperio Español. Dos, por ser estos venezolanos, no sólo tocayos, además probablemente parientes, quizás primos, por tener los apellidos Rondón y Rendón, apellidos que sólo tienen una raíz, “provienen del mismo árbol Genealógico”, Juan José Rendón, dixit. Todos quedamos de acuerdo en que un Juan José, es el héroe de la Batalla del Pantano de Vargas, y el otro Juan José, es el héroe de la batalla del pantano de Santos.


A nuestros telemáticos lectores, les gustó bastante la idea de los Historiadores que pelean sin balas, y sin sangre. Exponíamos como ejemplos de la baja densidad de fuego de los enfrentamientos, la discusión de la oficialización del adulterio de Simón y Manuelita. Decía que si el adulterio es un delito, entonces los hicieron, -a Manuela y a Simón-, delincuentes Post Mórtem. Eso si, esto si la Manuela era esposada de un inglés, y si el delito alcanzaba también al cómplice, Bolívar en este caso. El otro ejemplo que gustó, -digo yo que gustó, por lo que comentan, hasta hoy, en la red-, es el otro caso de tema de discusión baladí: si la figura de quien está en el billete de cinco es, o no es, la figura de Negro Primero. Porque es la figura de un homosexual, dicen unos; otros aseguran que el retrato es de un hombrote. Hay un tercer grupo, que no se mete en el sexo de nadie,- ni que sea un exministro-, pero reivindican, con frenética energía, que no se dice Negro Primero, que lo correctamente bolivariano, y nacionalista, y socialista del siglo XXI, y punto, es decir: Afrodescendiente Primero.


Hoy nos referimos a este último aspecto de los temas de los Historiadores, comentados por ustedes. (Valga este paréntesis: estas nuevas formas de comunicarnos, tiene sus desventajas, pero como ventaja debemos anotar esta franca posibilidad de retroalimentación. Ustedes me han enmendado la plana, al informar que el esposo de Manuela Saenz de Thorne, era inglés y no francés, como equivocadamente lo aseveré. Sugieran un tema, preferiblemente relacionado con la Historia de Venezuela, como bien se puede ver).


Ataquemos, entonces, al Negro Primero, al tema histórico de Pedro Camejo, quiero decir. A este personaje lo conocemos en estos tiempos, sí y sólo sí, gracias a José Antonio Páez. Y ha sido atacado, -ellos sí han atacado al Negro-, por quienes han llevado la batuta de esta República, que este llanero ayudó a crear. No importa con que adjetivo se disfracen los atacantes, cuarta, quinta o decimonónica, el Negro puso su vida en aras de la creación de la República de Venezuela, y como premio, -quizás-, ha sido atacado por sus jerarcas.


Veamos el ataque despiadado que ha sufrido este Pobre Negro: sus restos no descansan simbólicamente al lado de su negra y amada esposa, como sí descansan simbólicamente, a partir de este año, los restos de su oligarca y blanco jefe, al lado de su amada amante –que no era su esposa-, porque la Manuela, era esposada de un médico inglés llamado Dr. James Thorne. De la Negra esposa del Negro, que Juana Andrea Solórzano se llamaba, no sabemos dónde están sus restos.


Pero es que tampoco sabemos dónde están los restos del propio Negro Primero. Como no sabemos, qué fue de los haberes militares ganados por el Negro, sin tocar la Ley Anticorrupción. Sabemos que los haberes militares estuvieron constituidos por un hato, que este bien inmueble, -que precisamente por eso, por ser inmueble, por no poderse mover a un banco intervenido-, está en el mismo sitio, con el mismo nombre, en el Estado Apure, en espacios que eran jurisdicción de Barinas para la época de la concesión de los haberes militares, de parte del Presidente del momento, -José Antonio Páez-, a la esposa del mártir, Juana Andrea Solórzano. Los funcionarios públicos del INTI, en el marco de la fiebre de los estudios de las cadenas de títulos de las fincas que producen en el país, deberían ver si en los eslabones de la cadena de este Hato, se encuentra Juana Andrea, si hubo desprendimiento, y por qué causa. (Esto de la causa, es un término de abogados. En cristiano es, ¿hubo venta, herencia, a quién y por qué razón?).


Ahora hablemos de un ataque nuevo, -de este poseso-, al Negro que entregó su vida, -sin pedir haberes-, por la existencia de este país que pisamos. Nos referimos al cambio de nombre de Negro Primero. Este poseso, en el uso de sus ilimitados poderes le ha cambiado el nombre a todo. Ahora existe la Concejala y la Fiscala; no la Concejal y ni la Fiscal. Le cambiaron el nombre al país, somos bolivarianos; pero decir bolivariano, que debería ser nuestro gentilicio, no designa a un nacido en este país, sino al miembro de un partido político. Como esto: ahora es prohibido decir negro o negra, a los negros y negras.


Al poseso, que se declara anti-imperialista, le informo: El término afrodescendiente para nombrar a los negros, lo acuña una corriente de pensadores norteamericanos, para oponérsele a la palabra niger, que es un término, entiendo, que proviene del latín, que quizás pasó por el francés, que es peyorativo entre ellos, es decir, es muy mal visto el niger en el Imperio. Repito, eso es entre ellos, -allá ellos en su Imperio, diríamos. Para nosotros, no, a palabra negro, para llamar a una persona, sea ésta negra o no, es todo lo contrario, es una palabra de mucho cariño, hasta melosa, diríamos. Pero el poseso en una actitud “pitiyanqui”, ha copiado el pensamiento del Imperio, y ha querido cambiar la connotación que le damos nosotros a mi negra. (No nos arrepintamos de este paréntesis: soy amigo de una Alcaldesa, que es blanca, muy blanca, catirusia decimos por estos llanos. Y el esposo, cuando no tiene los papeles muy buenos con ella, por llegar tarde, …por el dominó, …por los amigotes, y 18 años, y esas cosas, al siguiente día con el más azucarado de los tonos, le dice, “mi negra”; y esa es la llave mágica para lograr una entrega sin condiciones).


Que lo digan los gringos, que lo impriman, ellos están en todo su derecho. Y la gente del poseso que quieran copiar los códigos de sus enemigos, que los copien. En estas páginas aparece una información, que se produce en el Imperio, que dice, “Halle Berry, La mamá más sexi del cine. La conocida actriz afroamericana fue la más votada como mamá más sexy del cine…”. De esta noticia producirse en Venezuela, acerca de Gledys Ibarra, debería decir de la actriz: “La negra más sexi de la televisión, … y etcéteras”.


Por otra parte, la palabra afrodescendiente no designa expresamente a nadie de color oscuro, porque hay etnias blancas que son tan africanas como el más negro tinto que exista. Conclusión, no permitimos que nos cambien a Negro Primero por Afrodescendiente Primero. Ni que lo pinten.


Otro ataque al Negro, que no es de este poseso, es la indeterminación del lugar donde nació este llanero. Leamos lo que nos afirma la página oficial E:\Portal Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.htm, en el aparte denominado Héroes y Personajes Ilustres: “Pedro Camejo, valeroso Teniente de Caballería al servicio del General José Antonio Páez. Conocido como Negro Primero, por ser negro y el primero en entrar en combate. Nació en algún lugar del Alto Llano alrededor del año 1.790.”. Léase de nuevo la indefinición del portal oficial “mesmo”, cuando dice: “en algún lugar del Alto Llano alrededor del año 1.790”. Y el denominado Alto Llano, es cualquier lugar del Llano con altura sobre el nivel del mar por encima de los 100 metros, nunca San Juan de Payara.


En este espacio, en el de la indeterminación del lugar donde nació el Negro, debemos sentar en el banquillo de los acusados, a los miembros de la Academia de la Historia de Venezuela, los de número y los sin número, los con silla y los sentados en el suelo, los con vida y los del más allá, los “vivos” y los pendejos, todos. Todos tienen, aunque sea una molécula de culpa en esta falta, pronta a cumplir su bicentenario. El lugar de nacimiento del Negro es una incógnita intocada, los amigos y paisanos de San Juan de Payara lo han payarizado, cosa que se aprecia en su justa dimensión, ante la falta de cuna, -o más bien de chinchorro, otra vez-, que acoja al Negro. Cuando digo payarizado, lo digo intentando parodiar la palabra nacionalizado, porque es reconocido por el Derecho Internacional Público, que el tener una nacionalidad, es un Derecho Humano. No deberían, -dicen los Derechos Humanos-, existir humanos apátridas, sin patria. Nosotros en este Llano, decimos, -intentado parodiar, repito-, que no deberíamos cargar, cerca del bicentenario, con el deber no cumplido, de hacer este homenaje a los indiscutidos héroes de nuestra independencia. Entre ellos, Negro Primero.


Sabemos, por la pluma de Páez, que el Negro era vecino de San Juan de Payara, es decir, estaba avecindado, para el momento que se incorpora a las filas del Ejército Libertador, antes había peleado para los realistas. Por esa misma pluma, entonces, sabemos que no nació en este pueblo de Apure, que le da su nombre al Municipio. Se tienen por lo menos cinco hipótesis que intentan ubicar el cuero donde nació el negro Pedro Camejo, pero esas hipótesis hay que probarlas dentro de los parámetros de la ciencia histórica. Pero eso cuesta plata, y no da votos.


Otro ataque que recibe el Negro, estoicamente, de parte del poseso, es que lo han colocado en el devaluado billete de cinco. Perdón, no lo pusieron a él, pusieron el retrato de un impostor. Definitivamente este no es el retrato de Negro Primero. De este retrato, -aunque reconozcamos que los retratos no tienen sexo, menos los retratos anónimos-, hay suficientes dudas acerca de la definición sexual del autor de este anónimo, como para no colocarlo representando, nada más y nada menos, que a Negro Primero. No más comentarios acerca del sexo del autor, menos de quien intenta representar, respetamos las decisiones que cada quien tome acerca de su propio ser, pero vindicamos las decisiones que los funcionarios públicos, que circunstancialmente ocupan un cargo toman, y que tocan nuestra historia. La historia no es del funcionario público, es de todos.


De las hipótesis que intentan ubicar el pueblo, esposa, restos de la Negra y el Negro, destino de sus bienes, padres del Negro, raíces en África, dueños del esclavizado, precios, puerto de entrada y salida, les hablaré en próximas conversaciones…


Pendiente el escrito que me insinúa el poseso, BOLÍVAR DELINCUENTE, el título es una papa caliente, se las pondré en sus manos la próxima semana.
Saludos cordiales, desde Calabozo, la capital del llano integral colombovenezolano.

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Tuesday, September 14, 2010

José Antonio Páez, en perspectiva

1863 - Anonimi Fotografia 0,255 x 0,20

Tomado de:

http://www.noticierodigital.com/2010/09/jose-antonio-paez-en-perspectiva/

Septiembre 13, 2010

En estas breves líneas, no me voy a referir al indiscutible héroe militar de las Mucuritas, las Queseras del Medio y Carabobo, sino al Páez estadista y “Fundador del Poder Civil”, al Páez del período 1830-1847, donde el mismo “Centauro” dijo que debería haber acabado su carrera política. De este Páez, dijo Augusto Mijares en “Lo afirmativo venezolano”: “ También debe decirse con estricta imparcialidad que, si todos los caudillos hubieran sido como él, nos habrían evitado muchos sufrimientos y muchas ignominias. Después de él, es cuando nuestra vida política comienza a ser invadida por esos arbitristas sin escrúpulos, para los cuales la Constitución sirve para todo, se multiplican los favoritos de ínfima calidad moral, se exige dinero como salario de la lealtad, la solidaridad política se convierte en servilismo, no se respeta en el adversario- y a veces tampoco en el amigo- ni la propiedad, ni la honra, ni la vida. Tal fue la historia de Venezuela durante casi todo el siglo pasado. Justo es decirlo que con gobernantes como Páez, no hubiera sido así.”

opinan los foristas

A esto, Gil Fortoul, refiriéndose a los gobiernos de Páez, Vargas y Soublette, añade: “Gracias a una administración honrada y prudente, la prosperidad material de Venezuela había crecido rápidamente desde 1830.” Efectivamente esos primeros gobiernos de la república se caracterizaron por el respeto a la ley, la libertad individual, la libertad de prensa, la honradez en la gestión pública, la paz y la prosperidad económica. Sin embargo, lo que quiero destacar aquí es un aspecto del pensamiento de Páez, un militar civilista, que resalta por su modernidad y actualidad: el antimilitarismo. El militarismo es una degeneración de la profesión militar, una expansión hipertrófica y por tanto patológica de su campo de acción y en muchos casos, una verdadera usurpación por parte de una camarilla militar del poder de autodeterminación del pueblo, aprovechando el control de las armas, que el mismo pueblo le otorga en custodia.

Escuchemos al propio Páez al respecto: “ …vida peligrosa para la sociedad cuando después de la victoria cesa la necesidad de la espada y es necesario colgarla para que el ciudadano tranquilo no tenga el sobresalto de la dominación militar, que después de la tiranía de las revoluciones es la peor de todas las tiranías.” “La Fuerza Armada” prosigue Páez “debe ser esencialmente obediente y su poder debe reducirse al lindero de los cuarteles y ensancharse en los campos del honor y de la gloria,.. el militarismo… ha prestado el auxilio de sus fuerzas a déspotas que quieren gobernar con más insolencia que los tiranos más aborrecibles. Así pervierten los hombres las instituciones que debieran prestar servicio a la causa de la humanidad.”

El militarismo, actualmente, es una perversión endémica en los países más atrasados, fíjense sólo en la lista de las naciones que han sufrido golpes de estado en la última década. La disciplina, la obediencia, la no deliberación y el respeto irrestricto a la ley son características, “sine qua non”, de las fuerzas armadas profesionales, institucionalizadas, eficientes y unidas. Así son las fuerzas armadas, respetadas y amadas por sus pueblos en las democracias avanzadas y estables.

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PAEZ NO EXISTIO?



General José Antonio Páez Memorias 1867, Litografia Litografía 0,22 x 0,135

Por Rafael Arteaga Romero

Médico Pediatra

Qué pena sentí como nativo de este país cuando hace pocos días caminaba alrededor de la plaza El Venezolano, en pleno centro caraqueño y pude observar como en una suerte de galería pictórica pública y adornando una de las aceras que circundan la plaza, estaban pintados en la pared a todo color, los rostros de los más conocidos héroes de nuestra guerra de Independencia.

Eran 15 en total comenzando por nuestro Libertador tal como debe ser. Vi a Sucre, Ribas, Urdaneta, grandes guerreros y a otros quizás menos llenos de pólvora española como O’ Leary, los hermanos Monagas, culpables estos de una dictadura a la cual se acusa de asaltar al venerable Congreso de la República, etc.

Todos estaban allí por orden de alguien cuyos “estudios” de historia no fueron lo suficientemente completos como para recordar que faltó colocar el retrato de alguien que solo en la guerra de Independencia protagonizó 47 acciones miliares, de las cuales y para beneficio patrio fue triunfador en 43. En una de ellas el Libertador exclamó “…es la más grande de las proezas militares que mis ojos han visto…” refiriéndose a las Queseras del Medio. Ese alguien también “olvidó” Mucuritas, Mata de la Miel, El Yagual y por si fuera poco la magna epopeya del 24 de Junio de 1821 cuando en pleno campo de Carabobo es ascendido a General en Jefe por el mismísimo Bolívar por ser “…el que más se distinguió…” tal como lo escribió en su Parte de Guerra al soberano Congreso.

Ese retrato, esa pintura que allí falta es la de ese General en Jefe llamado José Antonio Páez, cuya ausencia generó el sentimiento de pesar al cual aludí ante tan oprobioso olvido. No tengo dudas sobre el origen de la orden de omitir la pintura de Páez. Alguien con un enfermizo y malentendido bolivarianismo, pues no encuentro contradicción entre ser bolivariano fervoroso, decidido y ser paecista sincero y convencido de que a Páez hay que juzgarlo sin amor y sin odio, con severa imparcialidad, porque todo juicio sobre él debe ser consecuente a sus procederes y situándose en el contexto histórico de la época.

El historiador y profesor Adolfo Blonval López en su trabajo de ascenso a profesor titular de la Universidad de Carabobo (publicaciones de la Dirección de Cultura, U.C.) escribe ¿Somos Consecuentes? Y de seguidas transcribe 2 Decretos y una Resolución referentes al prócer llanero: el primero del 14 de Mayo de 1836 lo proclama CIUDADANO ESCLARECIDO; el segundo del 25 de Marzo de 1850 lo declara traidor y lo expulsa perpetuamente del territorio patrio Y la tercera del 15 de Julio de 1858 “…abroga y condena como inicuos todos los actos públicos que desde el año 1848 han tenido por objeto despojar al General de sus grados, títulos y condecoraciones y mancillar su merecida fama…”.

Ya todos conocemos los momentos históricos de los tres actos del mismo pueblo, representado por su misma gente: el Congreso Nacional y la Convención Nacional termina diciendo Blonval. Y yo en lo personal contestaría al distinguido historiador: NO; no hemos sido todos los venezolanos consecuentes con quien nos dio la nacionalidad y un país llamado Venezuela. Hoy mas que nunca debemos enseñar, educar y reclamar cada vez que un funcionario de mayor o menor jerarquía empiece a lanzar denuestos contra la egregia figura del león llanero.

Estudiemos todos la verdadera historia venezolana entendiendo las obligantes circunstancias en que procedieron aquellos próceres y no pretendamos sembrar odio exaltando solo lo negativo, olvidando que el fiel de la balanza, en el caso del Centauro de los Llanos se inclina en mucho hacia lo positivo.



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Friday, September 10, 2010

Juan José Rondón, ¿de Colombia o de Venezuela?

Lanceros del Pantano de Vargas o Monumento a los Lanceros - Juan José Rondón

Tomado de:

http://historiografias.blogspot.com/2010/09/juan-jose-rondon-de-colombia-o-de.html

Por Eduardo López Sandoval

eduardolopezsandoval@yahoo.es

Jueves 9 de septiembre de 2010

Decir hoy, ¿de Colombia y o de Venezuela?, es hablar de guerra.

Decir guerra es necesariamente decir fronteras. Sin límites es pelear con uno mismo, es guerra civil. Categoría ésta, -la de la guerra civil-, desechada en el basurero de la historia, de nuestra historia. (Vale este paréntesis: no queremos matarnos con nuestros vecinos colombianos, menos con nuestros vecinos magallaneros, o caraquistas, ¿verdad tigrero?).

Volvamos a lo nuestro: para que sea posible una guerra convencional, ésta se debe realizar entre vecinos. Y digo convencional para decir algo ampuloso, porque no sé que significa eso; de hecho tengo que imaginarme que existe otro tipo de guerra, pero lo ignoro. ¿Una guerra donde no se extermine a la gente, se maté el hambre, por ejemplo? ¿O una guerra en que peleen entre amigos? No sé, pero lo dudo. Además de colindantes, el otro requisito es odiarse, y digo odiarse-odiarse, aborrecerse hasta el grado de matarse. Este odio debe ser suficiente para querer ver la sangre del enemigo. Sentimiento que entiendo, está negado para con nuestros hermanos colombianos, ¿verdad, magallanero?

Hablemos entonces, de las guerras que conocemos, hablemos de la guerra entre historiadores de Colombia y Venezuela. Los Historiadores pelean sin balas y sin sangre, nadie se imagina a Manuel Caballero cortando la cabeza a un enemigo. Los mayores enfrentamientos se centran en cosas como estas, la discusión de la oficialización del adulterio de Simón y Manuelita. Si el adulterio es un delito, entonces los hicieron delincuentes Post Mórtem. O se discute si la figura de quien está en el billete de cinco no es la de Negro Primero, porque es la figura de un homosexual, que Pedro Camejo era un hombrote, que no era Negro Primero, pues es Afrodescendiente Primero. Que no son los restos. Que sí son los restos. Cosas poco densas como estas discuten los Historiadores, y la sangre no llega al río, y si llega, el río de sangre no llega al mar.

Alguno de los más temerarios pueden aventurarse a escribir que el primer chavista de Venezuela fue José Antonio Páez, a lo que algún pensador que esté con el poseso, -que pensadores con el poseso los hay, escasos, pero los hay-, en ejercicio de su derecho a la defensa, -que muy bien lo tienen-, diría que no. Que más verdad es decir que Páez es el primer adeco. Y otro Historiador diría, que no podríamos dejar de darle la razón a los dos, porque eso es lo mismo. Las palabras adeco y chavista, más que sinónimos, son lo mismo, “es que somos la misma cosa”, -Raúl Castro dixit-, dirá un Historiador, haciendo gala de su exquisita pronunciación latina. Otro historiador lanzará un misil, esa afirmación está fuera de contexto. Y un último ultimará con una bomba atómica: Pero es verdad, ¡adeco y chavista es lo mismo y punto!

Un diferendo colombovenezolano que ha existido casi hasta nuestros días, pronto a celebrar también su bicentenario, es la nacionalidad del Coronel Juan José Rondón. Cada país, se ha abrogado como la tierra donde nació este prócer de la independencia. En la página turiscolombia.com se afirma lo que la generalidad de historiadores neogranadinos ha dicho, que Juan José Rondón es colombiano, también se dijo en un tiempo que su apellido era Rendón. Aunque la verdad sea dicha, -estas imprecisiones se dicen hoy, un tanto menos que ayer. En esta página reza textualmente: “Monumento de donde se destacó la acción heroica de los 14 lanceros al mando del boyacense José Rondón. Con motivo del sesqui centenario de la independencia, se erigió este bello monumento que mide 33 m de altura que perpetua la memoria de los valerosos lanceros de la épica carga.”.

Es este Juan José Rondón quien ha sido peleado por los dos países llaneros, Colombia y Venezuela, pero que también se discute acá en Venezuela, entre Santa Rita de Manapire y Espino, dos coloniales poblaciones del actual Estado Guárico. En la pelea entre países, seguimos a José Antonio Páez, quien no tenía especiales razones para mentir, -móvil del delito le dicen los abogados-, cuando escribió la Autobiografía, alejado del poder, por la distancia y por la avanzada edad, por allá lejos por el Imperio. Dice Páez,...cuando vi a Rondón recoger tantos laureles en el campo de batalla, no pude menos que exclamar: bravo, bravísimo, comandante. General, me contestó él, así se baten los hijos del Alto Llano...”. Y el Alto Llano es el Estado Guárico. Rondón con Páez estuvo en la acción de Las Queseras del Medio.

Este es el mismo Rondón que peleó bajo las órdenes de Simón Bolívar en la llamada Campaña Libertadora de Nueva Granada, en un encuentro que resultó a la postre de gran importancia para los resultados de la guerra, que se llamó la Batalla del Pantano de Vargas. Luego de siete horas de combate, la estrategia del General Bolívar apuntaba a tener a los llaneros en reserva, y cuentan los cronistas de guerra, que ante la falta de decisión, en el largo combate, el comandante español, José María Barreiro, echó el resto de su caballería por el centro del campo de batalla, con tal arrojo, que se recogieron estas palabras del Libertador: “Se nos vino la caballería y esto se perdió”. A lo que el coronel Rondón, que permanecía junto a los llaneros, impacientes por tan larga falta de participación, dijo: ”¿Por qué dice eso, General, si todavía los llaneros de Rondón no han pelea'o?”. Y Bolívar dijo: “Coronel Rondón, salve usted la patria”. Rondón y sus llaneros, -quince en total, incluido Rondón-, dispersaron la más numerosa caballería española.

En la guerra entre historiadores, por definir cuál es la patria, -o más bien la matria-, que parió a Rondón, ha ganado Venezuela, gracias a las investigaciones tesoneras de De Armas Chitty y Giacopini Zárraga. Sin embargo, en la hermana República de Colombia, -sin demagogia, siempre hermana-, hay homenajes sinceros y abiertos a este venezolano. Al entrar a Arauca, ciudad limítrofe con nuestros Llanos de Apure, la avenida que nos recibe se llama Juan José Rondón. También éste es el epónimo de un aeropuerto comercial de la ciudad de Paipa, en el Departamento de Boyacá. Está el Grupo de Caballería Motorizado. Existe el Colegio con ese nombre ubicado en el Municipio Paz de Ariporo en el Departamento de Casanare, también en este Departamento está la Granja Agrícola Juan José Rondón. Además, ya hablamos del “Monumento de donde se destacó la acción heroica de los 14 lanceros al mando del boyacense José Rondón… que mide 33 m de altura que perpetua la memoria...”. Las pinturas que nos recuerdan el rostro del venezolano Rondón, son calzadas por Constancio Franco y José María Espinoza, ambos pintores colombianos. Pregunto ¿Conocemos en Venezuela algo con este epónimo, con esa significancia? Me gustaría cerrar este paréntesis con la frase “sin comentarios”, pero están haciendo un puente magnifico sobre el Orinoco, el tercero, muy cerca de Santa Rita de Manapire, y construyen un tren que pasa por la Parroquia Espino, las dos poblaciones del Guárico que se disputan la cuna, -más bien el chinchorro-, de Rondón, que bien pudiera ser…, mejor termino con puntos suspensivos.

Ahora, en el 2010, surge otro Juan José para la disputa. Es un venezolano que también se trasladó a la Nueva Granada, y se convirtió, -como el soldado Rondón con Bolívar-, en la pieza clave para ganar la batalla de las elecciones en Colombia. Rendón intervino a favor de Santos “precisamente a menos de un mes de las elecciones”. Como Rondón con sus llaneros, en la última parte del combate. El Tiempo de Colombia sigue diciendo de Rendón: “El récord personal de Rendón no es despreciable. Ha trabajado en 22 campañas y, asegura, sólo ha perdido 2 de ellas. Su más famosa derrota fue el referendo revocatorio de Hugo Chávez. Desde entonces abandonó su país natal.”.

Para probarles la identidad de Rendón y Rondón, hurguemos el origen del apellido, que es uno, repito. En inmemoriales tiempos, hace como un milenio, años de un rey llamado Alfonso, en plena batalla, ante una situación de duda de parte de la tropa, por falta de instrucciones para atacar, el primer Rondón gritó, solicitando de sus compañeros que lo acompañaran, “¡A ellos, señores, a ellos, de rondón”. Y atacó. Decisión ésta que resulto determinante para ganar la batalla. Por lo que el Rey le concedió el título de caballero con el nombre de Rondón, -o Rendón-, recordando el grito que dio para entrar en combate. Como dijo el vetusto dictador, son lo mismo.

Otro uso de la palabra Rendón o rondón, es la famosa frase, más usada en España, que dice, "entrar de rondón". Que de acuerdo con la Real Academia es igual a "entrar de rendón". Y significa: “Entrar de repente y con familiaridad, sin llamar a la puerta, dar aviso, tener licencia ni esperar a ser llamado". Como entrar de arrocero, diríamos por estos lares.

Porque este es mi primer artículo semanal en estos espacios, confieso: ¡entré de Rendón!

Nos vemos la próxima semana.

Saludos cordiales, desde Calabozo, la Capital del Llano integral colombovenezolano, 17 de agosto de 2010.

Tomado de http://www.enfoques365.net/N14554-juan-jos-rondn-de-colombia-o-de-venezuela.html

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Monday, September 6, 2010

Zárate", la primera novela importante de Venezuela

Eduardo Blanco

Tomado de:

http://literanova.eduardocasanova.com/index.php/2010/09/06/zarate-la-primera-novela-importante-de-venezuela

Por Eduardo Casanova

Eduardo Blanco

Durante mucho tiempo se discutió si la última novela de Eduardo Blanco, “Zárate”, era o no la primera novela venezolana propiamente dicha, por ser la que inició el criollismo. Finalmente se adoptó el criterio más sensato, que es el cronológico, y se determinó que la primera novela venezolana fue “Los mártires”, de Fermín Toro. El autor de “Zárate”, Eduardo Blanco nació en Caracas en 1838. Estudió en el Colegio “El Salvador del Mundo”, que dirigía Juan Vicente González y era el preferido de los conservadores.

Como militar fue edecán del general José Antonio Páez, a quien acompañó en las negociaciones de paz con Juan Crisóstomo Falcón a fines de 1861. Pero fue también un importante intelectual. Hacia 1884 formaba parte de la redacción de La Entrega Literaria y del periódico político La Causa Nacional.

En 1874 publicó su primera novela, “Vanitas vanitatum”, que muchos consideraron libro de cuentos. En 1877 apareció su segunda novela, “Una noche en Ferrara, o la penitente de los Teatinos”, en 1881 se editó “Venezuela Heroica”, prologada por José Martí y en 1882 de publicó “Zárate”, obra que se cuenta entre las mejores de la novelística venezolana, y que ha sido considerada por muchos, entre ellos el padre Pedro pablo Barnola, como la primera novela venezolana propiamente dicha, a pesar de que se conocen por lo menos catorce o quince publicadas con anterioridad, incluidas dos o tres del propio Blanco. Fue colaborador de El Cojo Ilustrado y uno de los fundadores de la Academia Venezolana de la Lengua.

Durante el régimen de Cipriano Castro fue Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Instrucción Pública. Murió, también en Caracas, en 1912. Su obra principal, “Zárate” es una novela bien escrita, bien estructurada y con los personajes bien tratados y caracterizados. Hay en su trama un enfrentamiento entre civilización y barbarie, tema que dominará en buena parte la novelística venezolana y latinoamericana durante mucho tiempo.

Hay en ella elementos costumbristas, pero es una novela netamente romántica, escrita para describir la sociedad de su tiempo. Los personajes se agrupan en dos tendencias, Carlos Delamar, Aurora Delamar, que es su hija, y Horacio Delamar, que es su sobrino, Lastenio Sanfidel, el amigo de Horacio, representan el bien, mientras Santos Zárate, Sandalio Bustillón y otros, representan el mal. Los Delamar, terratenientes bien intencionados de los valles de Aragua, deben enfrentar al bandido Zárate, perteneciente a la clase inferior. Y el autor, omnipresente, es el encargado de llevar al lector por los recovecos de la historia y, a veces, de orientarlo.

No es un esquema muy distinto al que usarán después grandes novelistas como Urbaneja Achelpohl y Rómulo Gallegos. Desde ese punto de vista no es nada descabellado considerar a Eduardo Blanco el verdadero fundador de la novela venezolana y a “Zárate” como la primera novela genuinamente venezolana, aunque haya que matizarlo agregándole una condición: de verdadera calidad.

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La colección del Museo Bolivariano, entre 1912 y 1913


Tomado de:

http://www.infociudadano.com/2010/09/06/la-coleccion-del-museo-bolivariano-entre-1912-y-1913/

Milagros González


(@milagrosblue en Twitter)


MIAMI (infoCIUDADANO)


06/Septiembre/2010

Al revisar la Gaceta de los Museos Nacionales, publicada en Caracas por el danés Christian Witzke entre 1912 y 1914, se encuentra un amplio inventario de objetos que pertenecían para la época al Museo Bolivariano (entonces llamado Boliviano). Este listado permite acercarse (con la conciencia de la distancia temporal) a lo que fue el Museo en aquel momento.

La colección de objetos del Libertador que posee el actual Museo Bolivariano tiene diversos orígenes y ha recorrido un complicado camino hasta nuestros días. Si bien se formó a finales del siglo XIX, es a principios del XX cuando se organiza, amplía y consolida. Juan Vicente Gómez aprovecha el ideal bolivariano –como muchos gobernantes han hecho– para adornar su propia imagen con los matices del prócer. Rescata los objetos icónicos del Libertador asignando un lugar apropiado para su exhibición; por lo que Gómez llegó a ser llamado por la prensa de la época, fundador y protector del Museo Boliviano.

Muchos de los objetos fueron legados por Antonio Guzmán Blanco, quien los recibió de su padre, Antonio Leocadio Guzmán, que a su vez los recibió directamente de Simón Bolívar o de sus allegados. En otros casos fueron parientes o conocidos del Libertador quienes entregaron las piezas para ser integradas a la sección de Historia Patria del antiguo Museo Nacional (*). Con el paso del tiempo se integraron objetos que pertenecieron a parientes de Bolívar y a otros próceres de la independencia.

Este origen tan diverso no impidió que para 1912 la colección tuviera objetos de gran valor. Muchos de ellos estaban acompañados por cartas originales de hasta dos generaciones de anteriores propietarios que garantizaban la autenticidad de la pieza. Lo que hacía que el Museo no sólo poseyera objetos de valor, sino también documentos que tenían un interesante valor histórico.

También se encuentra un cúmulo de otras piezas que no aparenta tener mayor interés para el estudio del Libertador y su época: cierta cantidad de coronas, medallas y otras piezas conmemorativas de fechas patrias, que fueron realizadas entre 1911 y 1914. Sin embargo, estos objetos sin aparente valor para el estudio de la época del Libertador pueden dar indicios sobre la visión que del Libertador se tenía en tiempos de Juan Vicente Gómez.

En el inventario se encuentran numerosos trajes de Bolívar o de familiares cercanos, con descripciones tan precisas como la siguiente:

“56.- Una camisa de día.- Es de batista blanca de lino, con cuello y puños fijos.Está marcada con una ‘B’ bordada con hilo de algodón encarnado. Mide 85 centímetros de largo, 55 centímetros las mangas, el cuello 38 centímetros y los puños 16 centímetros. Es la camisa que le dio el Libertador al señor Don Antonio Leocadio Guzmán el primero de enero de 1827, en Puerto Cabello. Como herencia de su padre pasó a manos del General Antonio Guzmán Blanco y éste la donó al Museo Nacional, como consta por la carta original, que bajo el número 92, figura en este catálogo” (Catálogo, p. 66).

Además hay otras prendas de vestir como medias, ponchos, pantalones, chalecos, pañuelos y chaquetas. Lo interesante es que no sólo son del Libertador, sino que ocasionalmente se encuentran prendas de familiares cercanos a él y de otros próceres, como Juan Bautista Arismendi.

En el inventario también aparecen objetos del hogar: platos, cubiertos soperas, mosquiteros y objetos similares. Llama la atención en el inventario la cama del General Arismendi y de Luisa Cáceres. Lo peculiar quizás sea la importancia que se le dio a este objeto en la exposición inaugural de 1911, pues incluso apareció reseñado con relevancia en la prensa de la época (El Universal, 25 de junio de 1911 y El Luchador, 3 de agosto de 1991), en estos artículo se comenta que, en la planta baja del Museo Boliviano se encontraba esta cama junto al catafalco en que fueron colocados los restos de José Antonio Páez. Le dan tanta importancia a un objeto como al otro y pareciera que subrayan entre líneas la importancia del “tálamo nupcial”; lleva a reflexionar: ¿por qué el objeto que representa a esta pareja mítica es una cama matrimonial y no otro?

Hay una relación estrecha entre lo considerado sagrado y privado en una pareja y su lecho, tal conexión puede establecerse con este matrimonio que, según la leyenda unió su amor de pareja a la lucha por la independencia. Tal vez Luisa Cáceres y el General Arismendi no podían estar mejor representados en la exposición de 1911.

Hay en el inventario una serie de objetos entregados por Antonio Leocadio Guzmán, que fueron obsequiados por la señora Benigna Palacios (sobrina del Libertador), junto a una carta de la misma señora en donde los autentifica. Estos objetos son un mechón de pelo, un trozo del plomo de la urna donde estuvo el cadáver de Bolívar, unas lozas que lo cubrieron, medallas, banderas y cintas entre otras piezas.

Resalta un párrafo escrito por Antonio Leocadio Guzmán: “El cordón es el mismo pedazo qe, yo tenía entre mis manos, tirando el carro funerario, a la entrada de sus venerables cenizas, qe tengo la íntima convicción de haber yo traido a su patria, pr mis constantes y felices esfuerzos” (Catálogo, p. 66). La prosa de Guzmán recuerda el afán de dejar para la posteridad constancia de los grandes hechos realizados por él, lo que ayuda a entender la manera de proceder de los políticos del siglo XIX, así como su retórica, no muy distinta de los del presente.

Se encuentra un objeto que llama la atención por haber sido extraído del cuerpo del Libertador durante su autopsia. Fue reseñado con cierto sensacionalismo en uno de los artículos de prensa mencionados: “…en un lujoso cuadro contemplamos la concreción fosfático calcárea que fue hallada en el pulmón del Libertador por su médico Doctor Reverend, al hacerle la autopsia…” (El Luchador, p. 19). Además, en la Gaceta de los Museos Nacionales (N° 6, 24 de diciembre de 1912), son reproducidos el testamento del Libertador (pp. 172- 174) y el informe de la autopsia que el Doctor Reverend realizó a Simón Bolívar (pp. 182- 184), documentos ambos pertenecientes al Museo.

Hay en la causa de muerte de los héroes un deseo de abordar el tema de múltiples maneras, pues en el fondo la intención es humanizarlo y sentir que el héroe fue tan común y cercano a la muerte como el sujeto que lo admira. Si el héroe sacrifica su vida por otros, hay un extraño consuelo al recordar que este personaje era tan humano como los que observan los vestigios de su muerte y los restos de su vida terrenal (sus zapatos, su mechón de pelo y hasta un elemento extraído de su cuerpo durante la autopsia).

En el inventario también se encuentran joyas compuestas por piedras preciosas y otros artefactos de valor como la espada del Perú, la medalla de Ayacucho, la de Bomboná y el famoso Sol del Perú, joyas todas que en conjunto recuerdan el lado brillante y glorioso del Libertador. Tal vez significaron más para sus admiradores presentes que para el mismo Simón Bolívar, quien durante sus años de gloria vivió sin hogar fijo.

No es difícil extrapolar la imagen mitificada de Bolívar que proyectan estos objetos, con los hombres de finales de siglo XIX y principios del XX que organizaron el inventario comentado. De allí a concluir que la memoria histórica es relativa hay sólo un paso. Los objetos históricos son vehículos de imágenes heroicas formadas en el inconsciente y alimentadas con la visión deformada, casi folklórica de la historia: es la historia sin memoria, la que se apoya en el anecdotario del héroe y no en su esencia fundamental. Y la anécdota alimenta al fetiche, y lo transforma en un monstruo que engulle el valor patrimonial del objeto.

La imagen del Libertador ha sido alucinante para los intelectuales cercanos a los diversos gobiernos venezolanos, desde que José Antonio Páez organizó la apología de este héroe. Se ha venerado, idolatrado y muchas veces, su imagen ha sido usada (y abusada) políticamente. Lo lamentable es que la mayoría de las veces ha sido mal utilizada: no se ha hecho con la conciencia de la temporalidad histórica. Los hombres de principios de siglo que organizaron el Museo Boliviano no fueron la excepción: anecdotizaron a Bolívar por medio de los objetos y, a través de su exhibición, continuaron con el culto fetichista del personaje.

Mucho se ha comentado recientemente que Bolívar es un personaje de su tiempo, que como genio y héroe debe ser valorado en su momento histórico. Esto es algo que no se debe olvidar al momento de visitar los museos de historia que lo representan y es algo sobre lo que deberían reflexionar los actuales directivos de los museos de historia venezolanos: pasar de la anécdota al contenido histórico, del aura del personaje mítico a su humanidad. Tal vez así sería posible alejarse del fetiche para poder ver el objeto, y darle un lugar justo al valor patrimonial del mismo.

(*) El Museo Nacional había sido creado por Antonio Guzmán Blanco en 1874, en principio sólo para exhibir objetos relacionados con la historia natural y la etnografía histórica. Adolf Ernst es designado Director del Museo y sugiere que se recolecten objetos y ofrendas del Libertador, para incluir una sección de Historia Patria

Referencias
“Catálogo”, en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo II, N° 4,5 y 6, Caracas, 24 de diciembre de 1913.
“El Museo”, en El Luchador, 3 de agosto de 1911, reproducido en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo I, N° 1, Caracas, 24 de julio de 1912.
El Universal, 25 de junio de 1911 , reproducido en Gaceta de los Museos Nacionales, Tomo I, N° 1, Caracas, 24 de julio de 1912.

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