Sunday, June 29, 2008

José Antonio Páez El Centauro del Llano



Tamada de la Edición de la Autobiografía del General José Antonio Páez de 1867
José Antonio Páez en su traje de Llanero
Litografía 0,22 x 0,135

Oscar José Márquez

Caracas 28 de Junio de 2008


Con motivo de cumplirse el pasado 13 de Junio, los 218 años del natalicio de José Antonio Páez iniciamos la publicación de este blog con el nombre de “General en Jefe José Antonio Páez”, pero ante las sugerencias de algunos lectores hemos decidido cambiarlo simplemente por el de “José Antonio Páez el Centauro del Llano” nombramiento que le confirieron sus contemporáneos y que ha perdurado a través del tiempo y el espacio.

Epónimo que obtuvo Páez, merecidamente de su accionar en los diferentes campos de batallas al blandear majestuosamente su lanza, cuya asta era de de madera ligera, elástica y
fuerte, duradera y media de 3.5mts, a 3.8mts de longitud, y el hierro de la lanza no era como los de la cabellaría europea, si no que tenia en uno de sus extremos la figura de una gran cuchilla, asegurado el hierro con correas de cuero, amarrándolas fuertemente al asta desde el punto de encaje hasta 1,9 mts, más abajo. A lo largo de más de diez y seis años de combates a favor de la emancipación de los antiguos territorios de la Capitanía General de Venezuela y el virreinato de la Nueva Granada. El propio Simón Bolívar le llamaría a su vez La Primera Lanza de América.

La litografía que apreciamos en la parte superior de José Antonio Páez nos lo presenta con su característica sencillez vestido a la llanera, sumido en el medio ambiente que le vio vivir y luchar, con sombrero de cocuiza, de ruana sobre los hombros, calzón de media pierna, polainas altas hasta las rodillas y camisa, armado de lanza como la describimos anteriormente y espada, de pie ante una Palma Llanera ( Copernicia Tectorum) conocida también como Palma Redonda, Pala de Cobija, Palma de Sombrero, Cobija, su tallo alcanza de 8 a 10 metros y son lisos en su parte inferior mientras que la superior están revestidos de las bases de los pecíolos de las hojas caídas. Estas son flabeladas o palmatifidas, con un diámetro de 50 centímetros, las tiernas sirven para confeccionar sombreros, y las maduras para cubrir las casas. Y la madera, muy dura sirve de múltiples usos. Y al fondo de la litografía observamos un amplio rió que bien podría a ser el Apure.

La litografía reseñada apareció inserta en la Autobiografía del General José Antonio Páez, publicada en 1867 por la imprenta de Hellet y Breen & CO., Inc. New York. Retrato único que escogió personalmente para ilustrar su obra y no otra. Para presentarse tal y como era pudiendo Páez haber escogido otra con los galones y presillas de General en Jefe de Carabobo, o la acuarela de Sir Robert Ker Poiter Cónsul de de Gran Bretaña en Caracas o cualquier otra de su amplia iconografía. Tomando la que representaba el más perfecto llanero venezolano.

En el boceto original de está pieza aparece Páez sin la lanza y fue elaborada a lápiz por su hijo Ramón Páez excelente artista, retratista, dibujante e ilustrador quien lo realizó en 1846, cuando acompañó a su padre en una expedición o recorrido a los llanos en la que fungió como secretario de la misma la cual sirvió a su vez de inspiración al pintor danés Fritz Melbye quien la modificó respetando en esencia el bosquejo original, quien visitó a Venezuela entre 1851 y 1856 junto a su hermano Anton Melbye y Camille Pissarro también pintores quienes se dedicaran a recorrer el litoral, el llano, y las montañas, venezolanas elaborando al aire libre y fijando en el lienzo los diferentes ambientes y escenas criollas.

Camile Pissarro por su parte se traslada a mediados de 1855 a Paris. Dejando parte de su obras a al cuidado de Fritz Melbye, quien a su vez las traspasó, junto con algunas de las suyas que también reflejan escenas costumbristas venezolanas de mediados del siglo XIX, A Ramón Páez con quien trabó amistad. Por los lamentables sucesos a partir de 1848, padre e hijo son detenidos y encarcelados en 1850 en el castillo de San Antonio de Cumaná y expulsados del país llevándose Ramón Páez entre las pocas pertenecías personales que les permitieron sus lienzos retratos y acuarelas.

El pintor Fritz Melbye visitó en New York a Ramón Páez en 1860 y le entregó su valiosa colección de dibujos y acuarelas. Por su parte Ramón Páez producto de su experiencia como Secretario de la expedición a los llanos en 1846, donde llevó un diario del viaje y de sus observaciones y puntos de vista público en 1862 la obra Wild Scenes in South América or Life in the Llanos of Venezuela, en New York por la casa Charles Scribe escrita originalmente en ingles, y profundamente ilustrada con los dibujos de los hermanos Melbye y de Jacobo Pissarro. Tres años antes que su padre lo hiera con su autobiografía.

Al ser esta editada en 1867, La Autobiografía del General José Antonio Páez seguramente éste escogió entre la profusa colección de su hijo y retratista Ramón Páez por conocer de su boceto, el retrato elaborado por Fritz Melbye con el que se identificó seguramente por su significación para incluirlo en su obra, razón por la cual fue litografiado por Kinneraley Johnson. Convirtiéndose la referida imagen de Páez en el arquetipo de un Páez desmontado del caballo, sin ningún adorno, despojado de toda investidura, cargo y poder señalando con ello la madurez de su experiencia. Admirado con toda la naturalidad del llanero venezolano.




Bibliografía.
1. Boulton Alfredo. 20 retratos del General José Antonio Páez. Caracas: Cromoti, C.A Segunda Edición 1972. Págs. 104

2. Fundación Carlos Alberto Farías. José Antonio Páez La Libertad del Viento. Caracas: Impresiones Paulinas. Págs., 156

3. Manuel Pérez Vila. El Centauro del Llano anécdotas y Episodios de la Vida Aventurera y Gloriosa del General Páez.Caracas:OVENCA, 1973 Págs 52

4. Márquez Oscar José. La Toma de las Flecheras. Caracas: Imarliti. C.A. 2004. Págs. 310

5. Páez José Antonio. Autobiografía del General José Antonio Páez . Caracas: reproducción Facsimilar de la edición original, existente en la biblioteca del Congreso de los EE.UU Washington D.C. Librería y Editorial el Maestro 1945 Tomo I, págs. 576.

6.
Páez Ramón. Wild Scenes in South América or Life in the Llanos of Venezuela. New York: Charles Scribner.

7. Páez Ramón. Escenas Rusticas en Sudamérica o La Vida en los Llanos de Venezuela. Caracas: Ediciones Centauro. Ávila Editores 1980. 386, págs.

8. Pitter Henry. Manual de las Plantas Usuales de Venezuela. Caracas: Fundación Mendoza Talleres Gráficos Ariel, S.A 1971, págs. 620.

9. Venezuela Banco Central de Venezuela. Catalogo de la Colección Camille Pissarro en Venezuela. Obras de Fritz Melbye – Anton Melbye – Ramon Páez. Caracas: Colección BCV S/ E, 1973 Págs. 20

10.
Venezuela. MRE El pintor Camille Pissarrro en Venezuela 1852-1854. Caracas: Impreso en la Editorial Arte. 1978. Págs.24

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Thursday, June 19, 2008

PROFANADA TUMBA DE JOSÉ ANTONIO PÁEZ



Fotografía de José Antonio Páez 1851



Carlos Alarico Gómez (diplarca43@gmail.com)

Articulo Tomado del diario 2001 el día domingo 15 de Junio 2008.

El héroe de Las Queseras cumplió 218 años de nacido el 13 de junio de esta semana y como reconocimiento a sus invalorables servicios a la patria, el actual Gobierno ha profanado su tumba y, aún más, ha procedido a mutilar parte del Panteón Nacional, uno de los bienes arquitectónicos más sagrados del patrimonio histórico del pueblo venezolano, edificado por José Domingo del Sacramento Infante y puesto en funcionamiento en 1783. El hecho se produjo con el injustificado objetivo de colocar un inmenso aparato de aire acondicionado de seis metros de largo para hacer más grata la presencia a los visitantes que acuden a diario al sagrado recinto. La motivación es, desde luego, inaceptable. Se trata de un camposanto destinado al eterno reposo de los venezolanos que han prestado grandes servicios a la nación. Por lo tanto, no es un lugar para ir a disfrutar de aire acondicionado, sino para reflexionar, para rezar, para rendir tributo a los héroes civiles y militares a los que debemos nuestra nacionalidad.

El inmenso aparato fue colocado sobre el sarcófago en el que descansan los restos de José Antonio Páez, obra del afamado arquitecto José Pizzo. Según se ha podido establecer, el ente público responsable de este despropósito es la Dirección del Ceremonial y Acervo Histórico de la Nación, dependencia del despacho de Relaciones Interiores y Justicia. El hecho es un crimen contra la historia y constituye el máximo irrespeto del actual Gobierno contra la figura señera de Páez.

Lo acontecido hiere lo más profundo de la venezolanidad. No es posible pensar que los responsables de tamaño desafuero ignoren que José Antonio Páez es el militar más destacado de todos cuantos han existido y posiblemente no habrá en el futuro ningún otro que pueda siquiera acercarse a su impecable hoja de servicios. Grande y generoso en el triunfo, supo aplicar toda su sagacidad e innata inteligencia en el momento de enfrentarse a la dura realidad de la derrota. Fue también un estadista eminente y un gran americanista, considerado por la inmensa mayoría de los historiadores como uno de los venezolanos más destacados de todos los tiempos. Sobresalió en variadas facetas del quehacer humano, especialmente al convertirse en el fundador y primer Presidente de la República de Venezuela, por voluntad del pueblo venezolano, de acuerdo al proceso eleccionario que desembocó en la Convención de Valencia y en la promulgación de la Constitución de 1830. Se incorporó a la causa republicana desde que se produjeron los sucesos del 19 de abril de 1810, frente a los cuales asumió una actitud decidida a favor de la causa emancipadora. También se destacó como un militar civilista, propiciando la candidatura de José María Vargas para darle continuidad a la naciente República y cuando se produjo el golpe de Estado de 1835 se convirtió en paladín de la libertad y enemigo de la tiranía, motivo por el cual le correspondió el privilegio de restituir al depuesto magistrado en la Presidencia de la República.
Aun cuando sus enemigos le han endilgado toda suerte de acusaciones, especialmente la supuesta traición contra Bolívar, el análisis de la amplísima documentación existente no deja resquicio para la duda sobre su aporte a la historia nacional. No obstante, también se debe reconocer que después de su derrota en Los Araguatos, sus detractores se ocuparon de enlodar su nombre, lo que fue magnificado por Guzmán Blanco, con inocultable interés demagógico y personalista.

Es, por tanto, urgente y necesario analizar con frialdad lo acontecido entre Bolívar y Páez, para que los estudiantes de educación básica comprendan el drama que se vivió en el país entre 1821 y 1830, así como las posteriores consecuencias que se concretaron en la búsqueda de una identidad nacional. Debe cesar, a mi criterio, esa manipulación romanticona de la historia y buscar un cabal conocimiento de la realidad para establecer los escenarios posibles en aquella patria grande, pero carente de estrategia y de tiempo para la unidad. No es posible seguir acusando a un solo hombre de todo cuanto aconteció. La nueva generación debe recibir información documental y crítica que le permita comprender los errores que se cometieron, incluidos los del Padre de la Patria.

Páez nunca fue enemigo de Bolívar. Por el contrario, entre ambos héroes surgió una sólida empatía desde que se conocieron en el Hato de Cañafístola en 1817 y esa amistad se prolongó, aun cuando es lógico suponer que hubo diferencias a partir del movimiento cosiatero. La más clara prueba de afecto personal quedó plasmada en la intensa labor que desplegó para recuperar los restos del Libertador, lo que logró durante su segunda presidencia en 1842. Designa entonces a Vargas, amigo de ambos, para que presida la Comisión de repatriación de los restos del Libertador y para pronunciar el discurso en la exequias de la Catedral de Caracas. Los enemigos históricos de Páez deben tener claro que sin su intervención no hubiera habido República de Venezuela y así se lo reconoció Bolívar cuando le confirió el grado de General en Jefe después de del triunfo de Carabobo.

Tal vez, en el difícil momento que está viviendo el país esté sonando de nuevo la hora de recuperar los valores de respeto, de desprendimiento y de dignidad que nos enseñaron los forjadores de la libertad en el campo de Carabobo.


Carlos Alarico Gómez
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