Friday, December 26, 2008

El General José Antonio Páez y el Desafío del Cañón

El General José Antonio Páez y el Desafío del Cañón

En los años de la Guerra Federal. Páez, ya septuagenario, encabeza las fuerzas centralistas. Sus edecanes le admiran, le respectan, y le toman por modelo. Ha empezado el año de 1863. Presentamos una anécdota relativa a Eduardo Blanco el autor de Venezuela Heroica para ese entonces edecán del General Páez. En narración de del ilustre escritor Santiago Key Ayala.

Así será hasta el fin de su carrera, cuando, anciano combatiendo, lindero de la derrota, ya culto siempre vigoroso, reúne en torno suyo una juventud dorada que sabe danzar y combatir, amar, y morir, bailar en los salones de Caracas y pasar hambre y sed en el cerro o la pampa.

La voz del caudillo asume entonaciones paternales. Riñe a los jóvenes por sus locuras, por sus audacias excesivas; pero en el fondo todas esas diabluras le halagan. Ser edecán de Páez vale por ser capaz del sumo desprecio de la vida, del sumo desafío a la muerte. Sus edecanes se llaman Venancio Pulgar, Eduardo Blanco....el valor y la audacia de Pulgar hacen creíbles las más estupendas hazañas. Puede suponerse que no tenían límites. Son historia y parecen fabula.

Eduardo Blanco, valeroso, audaz, de gallarda jactancia, de voz armoniosa, de porte varonil, es mimado de los salones. Su vigor físico cede sólo al del propio Páez. Su fuerza es tanto muscular como nerviosa. Postrado en cama a consecuencia de una hemorragia, Blanco recibe la visita de un amigo.
El médico le ha prescrito reposo por temor a la ruptura de vasos sanguíneos, pero el enfermo tiene ganas de bromear y da un chasco a su visitante. Cuando el amigo toma su mano, que parece inerte bajo el cobertor, ésta se anima, y sin que nada lo anuncie, ejerce una presión creciente, inquietante, irresistible, que el visitante no podía sospechar. Y le deja confuso y dolorido.

Páez, a caballo se detiene un día con sus edecanes ante un cañoncito de bronce desmontado cuyo peso podría desafiar la fuerza de quien no fuese un atleta de circo. -¡A ver –dice-, cuál de estos muchachos hace lo que los viejos...!
Se desmonta, y levanta el cañón entre sus brazos sin mayor esfuerzo. El llanero recuerda los primeros tiempos de su gesta, cuando en combates singulares con sus tenientes reivindicaba su aptitud y posición de caudillo. Es un reto paternal, pero es un reto, y va enderezado a Eduardo Blanco. El edecán lo entiende. Apéase y reclama todas sus fuerzas para levantar el cañón. Lo consigue, pero sus venas se rompen y vomita sangre.

Tomado de Key Ayala: obras Selectas págs. 526-527. MAADRID: Ediciones Edime 1955.

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Wednesday, December 17, 2008

Muerte y ruina de Bolívar

Tomado del www.elnuevoherald del 17 de diciembre de 2008-12-17

CARLOS RIPOLL

El 17 de diciembre de 1830, en Santa Marta, al norte de Colombia, murió el Libertador. Triste y amargo fin de aquel hombre único en gloria, arrestos e infortunios.

Una semana antes había firmado su última Proclama, a los pueblos de América: ''He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro''. Sus ''perseguidores'' le impugnaron la arbitraria ''federación'' de diversos territorios y su defensa del ''presidente vitalicio'': así razonaba en su proyecto de Constitución para Bolivia, en 1826: ``El presidente de la república viene a ser como el sol que, firme en su centro, da luz al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua''.

Pocos pensadores han hablado de Bolívar con tanta veneración como José Martí. Supo, sin embargo, encontrarle tacha a la maravilla: dijo en La edad de oro: ''Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de América a ser libre''. Monocracia y no democracia quiso Bolívar, el gobierno de uno, no el de todos. Martí llamó al general José Antonio Páez, por sus faltas, ''semejante a Bolívar''; pecó, dijo, ``como yerra el militar que se [deja] seducir por el poder, cuyo trabajo complicado exige las virtudes que más se quebrantan en la guerra''.

Volvió Martí a Bolívar en un discurso de 1892 para decir: ''Ni de soberbia, ni de ambición, ni de despecho murió el hombre increíble que acaso pecó por todas ellas''. Sí, por todas ellas pecó: por su vanagloria llegó a la ''soberbia''; por la omnipotencia, a la ''ambición''; y al ''despecho'' por el repudio de los que le censuraban la extensión del cetro y el ansia atropellada de poder.
Con frecuencia la muerte del héroe crea leyendas, desde César a Jesús, de Napoleón a Kennedy, y lo que sólo fue conjura se da por hecho. No tuvo otro destino la muerte de Bolívar. Ahora cree el presidente Hugo Chávez que a Bolívar lo asesinaron y ha ordenado que se haga una ''investigación científica e histórica'' del asunto. Si hubiera crimen, por semejanza a lo de hoy, caería en descrédito la oposición a su continuismo y a su política expansionista. Poco antes se preguntaba en un discurso: ‘‘¿Quiénes pudieron asesinar al héroe?'', para responder: ``Oligarcas de Colombia y Venezuela''.

Todo indica que Bolívar murió de tuberculosis. En sus últimos meses, el deterioro de la salud fue paralelo al deterioro de la fortuna.

En mayo de 1830, ya ajeno al gobierno, amenazado de muerte y sin otro caudal que el de la venta de su vajilla de plata, salió al exilio, hacia Cartagena para irse a Europa. En junio asesinaron al mariscal Sucre, quien lo hubiera sucedido: la noticia le llegó a principios de julio, y en esa aflicción le empezaron las fiebres que lo llevaron a la tumba.

En agosto supo de la exigencia del Congreso venezolano para que se marchara de Colombia; en setiembre le escribió al general Rafael Urdaneta: ''Aborrezco mortalmente el mando porque mis servicios no han sido felices''; y en octubre, al mismo corresponsal, le confiesa que es ''un esqueleto viviente''. Luego le escribe a su secretario, el general Pedro Briceño: ``Estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, calumniado y mal pagado''.

Contó su cuasi médico, el francés Alexander Révérend, que del bergantín en que llegó a Santa Marta lo bajaron ''en una silla de brazos por no poder caminar''. Con la esperanza de mejora lo llevaron al campo, a una legua de la ciudad: tosía, a veces deliraba o no podía expresarse, pero el día 10 dictó su testamento.

A poco recibió el viático, y ya el 17, anota Révérend en su diario: ``Desde las ocho hasta la una del día que ha fallecido, todos los síntomas han señalado más y más la proximidad de la muerte. A las doce empezó el ronquido y a la una en punto expiró''.

En presencia de su albacea, el general José Laurencio Silva, y del general Mariano Montilla, uno de sus mejores amigos, se le hizo la autopsia. Se determinó que había muerto de ''tisis tuberculosa''.

Sobre la ruina del Libertador añadió el médico: ``Debo confesar que afecciones morales vivas y punzantes como debían ser las que afligían continuamente el alma del general, contribuyeron poderosamente a imprimir en la enfermedad un carácter de rapidez de su desarrollo, y de gravedad en las complicaciones, que hicieron infructuosos los socorros del arte de la medicina''.
Se embalsamó el cadáver y lo enterraron en la catedral de Santa Marta. Doce años más tarde, cumpliendo lo dispuesto en su testamento, con honores militares y popular aclamación, se trasladaron sus restos a Caracas.

El obligado homenaje a un hombre superior es la práctica de sus virtudes y la superación de sus defectos. Sobre todas las de Bolívar, en un mundo de ajustes y revisiones, brilla hoy más su acción de justicia para el desvalido; y ante el repudio de las autocracias y de las dictaduras, lo que más hiede de sus yerros es la lujuria de mando.

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Ningún Presidente venezolano ha logrado la reelección indefinida

Tomado de El Nacional del 17 de diciembre de 2008.

La historiadora Inés Quintero señala, a propósito de la enmienda que propone el presidente Chávez, que nuestra historia enseña que siempre se ha impuesto el espíritu ciudadano.
-El presidente Chávez ha dicho que la frase de Bolívar: "Nada es tan peligroso como dejar permanecer a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo", ha sido malinterpretada, que le quitaron una parte... ¿Quién en realidad malinterpreta las palabras del Libertador?
-Bolívar no nos va a dar las claves para entender el momento que vivimos.

Es inútil estar analizando lo que dijo o no dijo. Ese discurso es de 1819 y el problema, a mi modo de ver, no es analizar lo que dijo porque las épocas son distintas.

El Libertador no tiene nada ver con la permanencia en el poder o no de un Presidente. Me parece un asunto ocioso tocar ese tema.

El que quiera analizar y ver ese discurso que lo haga; ese análisis no nos va a ayudar a interpretar las demandas que tienen los venezolanos en los actuales momentos.
La historia es un referente valioso y nos permite entender lo que fuimos pero no hay un decálogo histórico; lo que podemos ver es que, en el caso venezolano, ninguna de las intenciones de perpetuarse en el poder ha funcionado. Ni siquiera cuando Bolívar propuso en la Constitución de Bolivia el mandato perpetuo, lo logró.

José Antonio Páez, que gozó de mucha popularidad en su tiempo, se cuidó de mantenerse en el poder por mucho tiempo. Quiso que el principio de la alterabilidad fuera una constante y se respetara. Incluso sus adversarios la respetaron.

José Tadeo Monagas lo sacan del poder en 1857 cuando quiso mantenerse en el poder de manera indefinida y se exilió. Guzmán Blanco, que inventó el voto firmado, tampoco logró la reelección inmediata. Ni (Cipriano) Castro, ni (Juan Vicente) Gómez ni (Marcos) Pérez Jiménez lo pudieron hacer realidad.

-¿Sólo los presidentes militares en Venezuela han tratado de quedarse en el poder indefinidamente?

-No. (Raimundo) Andueza Palacios, que era abogado, también lo intentó y fracasó. (De hecho, el tratar de ampliar su mandato desembocó en el movimiento insurreccional de Joaquín Crespo).

-¿Por qué algunos presidentes han tenido esa idea de creerse indispensables para la salvación del país?

-La idea providencialista no lo decide una persona, es la sociedad la que podría decidirlo. Es fundamental el proyecto colectivo y no el individual. La clave de todo esto está en la sociedad. Si pensamos en la idea de un individuo necesario estaríamos entonces volviendo a la tesis de Laureano Vallenilla Lanz (el cesarismo democrático), en donde la sociedad no cuenta.

Los procesos que ha vivido Venezuela más bien nos enseñan que la sociedad se impone; más que las ideas individuales.

-El Presidente habla de que en países como Francia, Inglaterra, España hay reelección indefinida, ¿será que nosotros somos europeos y no lo sabíamos?
-Estamos hablando, en esos casos, de sistemas políticos distintos al presidencialista. Allá, los sistemas son parlamentarios y la verdad hay cosas que a ellos (los españoles, por ejemplo) le sirven y eso no necesariamente va a funcionar para nosotros.

Por otro lado, en nuestro caso no hay contraloría, hay una gran fragilidad institucional y eso hace que lo que funciona en otros países vaya ser igual aquí. Hay dinámicas distintas y sobre todo hay respeto (por ejemplo en España) a las autonomías regionales. No podemos comparar.

-El historiador Enrique Krause, que acaba de publicar un libro sobre Chávez (El poder y el delirio), dice que el presidente es un televangelista que, además, sabe usar su carisma a través de los medios. Eso podría garantizar el éxito para lograr la enmienda constitucional que se propone...

-Las condiciones no son fáciles, pero confío que los procesos históricos no ocurren en vano. Independiente de las condiciones magistrales, los medios y la repartidera de billete, creo que la sociedad venezolana tendrá un mínimo de madurez que le permita, al final, ponerle una mano en el pecho a Chávez. Creo que al final se impondrá los recursos ciudadanos de todos los venezolanos.

La historia lo ha demostrado: Monagas estuvo en el poder tres períodos y contaba con todo a su favor y fue expulsado en 1857. Quiere decir que, incluso si llegas a acumular todo el poder posible, te puedes llevar un chasco.

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Saturday, December 6, 2008

La Verdadera Nobleza del General José Antonio Páez era su Alma

Parte del Cuadro de Arturo Michelena Vuelvan Caras

En 1825, llegó a Venezuela un joven escritor francés, de ideas liberales, P.D.Martin Maillerfer, quien permaneció en nuestro país varios años. Tratando entre los años de 1825-1829 al General Páez, conociendo a su vez al General Simón Bolívar en 1827. Al regresar a su patria, Martin Maillerfer publicó una obra titulada Los Novios de Caracas, especie de poema en prosa de tema romántico, con notas de carácter histórico. En una de estas notas se refiere así al General José Antonio Páez:

“...EL General Páez representaba en esa época apenas cuarenta años de edad. Es un hombre de mediana estatura, pero de muy buen porte: la gracia y la agilidad se unen en su persona a todas las manifestaciones de la fuerza. Su fisionomía es franca; su acceso, fácil. Reservado siempre con los extranjeros, tiene el talento de callar, y de oír. Nada más franco que su manera de recibir, y, por más que diga M. Mollien, nada menos fastuoso. Una concurrencia numerosa detúvose cierto día en sus terrenos de los contornos de Valencia. Reinó abundancia patriarcal en la comida, pero fue preciso contentarse con dos o tres vasos y otros tantos tenedores. En seguida se durmió en la hamaca, según la costumbre del país. Todo el lujo de Páez consiste en algunos uniformes; pero se complace, sobre todo, en el numero y la belleza de sus caballos y de sus gallos de riña. Doce o quince onzas (1.000 a 1.300 francos, aproximadamente), por un buen gallo de Jamaica le parecerán una nonada.

En campaña ningún General ha podido ir tan bien montado como él. Usó a veces cincuenta caballos en una sola jornada saltando de uno a otro, sin poner pie en tierra. Por lo demás, tiene en más estima su reputación de caballero que la de jinete.

Un inglés admiraba cierto día uno de sus caballos favoritos. “...está a la entera disposición de vuestra señoría...”, respondió galantemente el general. Pero en esta ocasión, no se trataba de una vana fórmula de cortesía, pues media hora más tarde era conducido el soberbio animal, enjaezado, a la puerta del inglés.

Reúne Páez a sus grandes cualidades nativas, algunos talentos agradables: canta bien y se acompaña con gusto en el violín. Su maestro de música, en valencia, era un negro renombrado como compositor y ejecutante. Daba gusto ver a su Excelencia deponer los cuidados y el tono de mando, para estudiar la Caramba, improvisación bastante feliz de ese negro Fougantini.

Ignoro con qué autoridad lo han llamado algunos Viajeros el mulato Páez. Es más blanco que muchos españoles y provenzales, y nada hay en su fisionomía que anuncie origen africano. En todo caso antes seria mestizo que mulato; pero, ¿qué importa esto en verdad? Cuando se tiene la nobleza del alma, ¿qué significan la de los pergaminos ni la de la piel? El nombre de Páez quedara irrevocablemente unido a los más hermosos hechos de la emancipación.

Tomado de: Martin Maillfer Los Novios de Caracas. Traducción de Santiago Key Ayala, Caracas 1954, páginas 93 y 94.

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