Wednesday, December 16, 2009

Falsario Maniaco!!

Tomado de.
http://www.lahistoriaparalela.com.ar/2009/12/15/falsario-maniaco/


Oswaldo Sujú Raffo


Dentro de las debilidades del ser humano está la de falsear la verdad, cuando con ello buscamos un provecho personal, sin importar principios, ética, educación y respeto a los demás. Una cosa es la mentira piadosa o la mentira chistosa, como forma de salir de un apuro y otra cosa es la manía de mentir y tergiversar los hechos con un propósito malsano.


El tcnel. Líder de la revolución bolivarista, es asiduo a modificar los hechos, a convertir lo falso en media verdades, a inventar anécdotas de heroicidad, a utilizar la ignorancia de sus seguidores para crear imágenes y vender acontecimientos irreales como ciertos.


Todo esto es común en alguien que se comporta como un falsario maníaco, ese es su problema y que el mismo se lo crea… es su karma.



Pero lo grave es cuando se pretende cambiar la Historia a su capricho y de forma artera enlodar, la memoria de quienes nos dieron libertad y Patria, de modo alegre, cínico e iletrado…


En el país existen Instituciones y Fundaciones dedicadas y obligadas al resguardo de nuestra Historia, me imagino que alguna vez- en un futuro- saldrán al paso de tantos agravios y por fin, se escucharán sus voces…


En lo personal, siempre he defendido el recuerdo y el honor inmarcesible de aquellos patriotas, que abandonándolo todo, nos dieron libertad y Patria.



Esos venezolanos y extranjeros que en quince sangrientos años de lucha, nos liberaron del yugo español y nos convirtieron en pueblos libres, merecen nuestro eterno respeto, admiración y recordación.


Uno de estos grandes hombres de nuestra gesta emancipadora fue el General en Jefe José Antonio Páez, héroe militar y fundador de la República de Venezuela. Sostengo que sin la presencia y actuación de Páez en la guerra de independencia, la Historia nuestra fuera hoy otra.


La vida militar, pública y personal de este gran prócer venezolano, se debe estudiar y analizar en el tiempo y distancia de los hechos vividos por él, pues existen suficientes documentos, archivos, bibliografías y miles de referencias históricas que dan fe de su actuación como ciudadano y como valiente estratega militar, probado cientos de veces en combate.


Llama la atención el cambio de actitud del tcnel. dictador hacia el respeto y consideración a Páez. ¿Que pasó en la mente del tcnel?. dictador, ¡que de admirador y émulo de Páez, se haya convertido en su peor detractor, irrespetuoso y falaz ¡

Este mal ejemplo de irrespeto a los Héroes de la Patria, debe cesar por el bien de nuestra tradición histórica, en momentos en que todos nuestros símbolos y costumbres son atropellados, vilipendiados y ofendidos por quienes, en mala hora, dirigen el país.


Quedaron atrás los años de la Academia Militar, en donde la figura del Gral. Páez era interpretada por quien hoy es su gratuito detractor. También recuerdo, la famosa “cabalgata” –en camión y a caballo- que siendo Capitán realizó desde Apure, vestido como Páez y sus “llaneros” con garrasí y alpargatas, en la mejor “escuela del impresionismo”, para ganar concepto con la Superioridad, en los festejos del Día del Ejército…



Llegar a la Presidencia del país, le obnubiló todo lo aprendido y cambió a placer los hechos y formuló su propia Historia, tan falsa como una escalera de anime…


Puso como enemigo de Bolívar a Páez, lo llamó traidor, de vendido a las oligarquías, cuestionó su reposo en el Panteón Nacional y tantos otros disparates que dan pena ajena…


Lo último e inaceptable lo dijo hace poco, palabras mas o palabras menos: “ Páez había muerto en la opulencia…”. Como hay muchos venezolanos que no leen la Historia, debo rechazar semejante y aberrante falacia, mentira burda y alevosa.



El Gral. en Jefe José Antonio Páez, gloria de las armas republicanas y tres veces Presidente de la República, estratega y conductor de ejércitos, autodidacta, llegó hablar francés e ingles, compositor musical, tocaba piano, violín y violonchelo, era pintor y cantante de ópera italiana, todo ello por su férrea voluntad y auto estima, siendo un pobre analfabeto de origen. Una vida que debe servir de ejemplo a todos los verdaderos venezolanos…


Cuando Páez fallece, el 6 de Mayo de 1873, en Nueva York, exiliado y pobre, viviendo de la ayuda de amigos, esperando una pensión del Gobierno de Bogotá que nunca llegó. Próximo a fallecer, sugiere que: “sea enterrado por subvención cuando llegue la hora”, y cuando muere, apenas alcanza el dinero para una ordinaria tumba, pero al menos se le rindieron los honores militares, bien lejos de la Patria que ayudó a libertar…



Cuando llegue el momento, habrá que resarcir tantas ofensas al gentilicio de este pueblo y reescribir la verdadera Historia de esta Venezuela tuya, mía y nuestra. Ya basta de irrespetar a Páez, le queda muy grande a quien ose!


La Patria es primero. Fuera los invasores, chulos y “magapas”. Hasta luego.!!


Autor: GD. Oswaldo Sujú Raffo

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Sunday, December 13, 2009

LOS LLANEROS VENEZOLANOS


Tomado de:
http://www.centrocultural.coop/blogs/nuestramericanos/2009/12/08/los-llaneros-venezolanos/


Por editor 8 de Diciembre de 2009 Levantamientos en Latinoamérica, Levantamientos en Nuestra América, Recomendaciones


POR RICHARD VOWELL En la revista Memorias de Venezuela (junio 2009)
memoriasnuevejunio09
http://www.cenhisto.gob.ve/
Los Llaneros, –hombres de las sabanas– raza sencilla y pacífica, vivían en familias separadas, cada una bajo un jefe común, a usanza de los antiguos patriarcas। Habitaban hatos remotos, o granjas, de ordinario situados a muchas leguas unos de otros con el objeto de que sus respectivos rebaños tuviesen mayor extensión de pastos y al propio tiempo para evitar la intromisión dentro de los linderos del vecino, cosa que no podría impedirse de otro modo en un país donde las cercas y aun las marcas de límites son del todo desconocidas. Las ocasiones de choque entre los peones de las diversas familias eran, por consiguiente, raras en extremo, mientras la inagotable abundancia de ganado salvaje y la facilidad con que en todo tiempo podían obtenerse caballos y vacas para el uso y subsistencia de los habitantes, no daban lugar a piques ni móvil para actos de agresión o violencia. Por lo demás resultaba evidente para un observador atento que la templanza de costumbres, características de los llaneros de Barinas, no obedecía a apocamiento de espíritu, sino que era consecuencia natural del constante trato en que los jóvenes vivían con los mayores de su familia, a quienes estaban acostumbrados a rendir obediencia implícita y en cuya presencia adoptaban habitualmente una actitud respetuosa y tranquila.




Aunque usualmente se les llama pastores y se les considera como tales, sus hábitos y sistema de vida eran en realidad los del cazador, porque siendo del todo salvaje el ganado que constituye su única riqueza, el trabajo requerido para recogerlo y arrebañarlo en la vecindad del hato era necesariamente violento e incesante. Constante ejercicio a caballo; noches pasadas en vela para guardar el ganado, proteger los becerros y potros contra los rigores del tiempo, todo ello había contribuido ya a prepararlos para la igualmente ruda profesión de las armas. Por de contado, al interrumpir la guerra la comunicación entre los Llanos y la costa marítima de Caracas, quedando paralizado su tráfico habitual de mulas, cueros y sebo, sintiéronse inquietos e impacientes por su desacostumbrada inactividad. Todos cuantos eran capaces de llevar una lanza acudieron en masa a enrolarse bajo la bandera de su paisano José Antonio Páez, quien ya se había distinguido por su valentía y éxito, como jefe de guerrilla, y quien tuvo poca dificultad en disciplinar tan valiosa recluta y en hacer de ellos buenos soldados en el campo de batalla.


Las familias de los llaneros, que aún permanecían en casa, aunque abandonadas por los más jóvenes, no corrían el peligro de padecer necesidad, porque los viejos y los muchachos, que muy a pesar suyo se quedaban rezagados eran capaces de abastecerlas con largueza escogiendo de vez en cuando alguna ternera cerril en el rebaño próximo, la cual, atada con el lazo certero, traían a la cola de sus caballos como provisión para el hato. Sin embargo, los amigos de aquellos que habían tomado las armas sentían la separación mucho más de los que hubiera ocurrido probablemente si el país que los rodeaba hubiese sido más populoso, porque en su vida de apartamiento la ausencia de un solo individuo dejaba un vacío sensible en el círculo familiar, y a causa de su casi aislada situación era probable que tuviesen poca o ninguna noticia relativa a los sucesos de una guerra en que por vez primera comenzaban a tomarse un profundo y doloroso interés.


La alarmante nueva de la próxima invasión española extendióse con velocidad por las pequeñas aldeas y haciendas de las orillas de los ríos que separan las llanuras de los distritos montañosos. Los habitantes de éstos, muchos de los cuales estaban en algún modo ligados a los patriotas por lo cual tenían buenas razones para temer la llegada de Morillo y de su inmisericorde tropa de invasores, huyeron con precipitación a refugiarse en los hatos, en el fondo de las sabanas; su arribo fue saludado como un evento feliz por los sencillos y hospitalarios llaneros, quienes encantados con tan insólita e inesperadavisita no experimentaron el más leve temor de que ellos también se verían pronto compelidos a huir ante el azote de la guerra.


En la estación lluviosa, cuando los Llanos permanecen por lo regular anegados durante tres meses, todas las casas, construidas sobre pequeñas eminencias, se ven aisladas por completo mientras dura la inundación, aunque el invierno esté lejos de mostrarse en todo su rigor. Entonces, las crecientes expulsan poco a poco de los bajíos los rebaños de reses bravías, los cuales tienen que acogerse a los únicos parajes secos que pueden hallarse, y en consecuencia no nos veíamos en el caso de ir tan lejos a caballo y todos los días para traer un novillo destinado al consumo de la familia. Además nunca nos faltaba que hacer, fabricando o reparando nuestras sillas, tejiendo cabestros de cerda tan solicitadas en las comarcas montañosas. Nuestras noches transcurrían alegremente en la extensa sala del hato con los bailes del jaís, tales como el Bambuci y la Zambullidora, muy superiores a las rígidas contradanzas y afectados boteros de Europa; las llaneras con célebres por su destreza en tocar la guitarra y el arpa y por su canto de los aires nacionales.


Era a mediados de la época de caza entre las selvas que orillan el Orinoco y también la estación en que sazonaban los maíces, de modo que cuando llegó la partida a las inmediaciones del campamento tamanaco, todos los indios guerreros se hallaban ausentes en las selvas, demasiado distantes de sus viviendas para tener noticia del ardid que se tramaba contra la felicidad doméstica de su cacique. Cuanto a las mujeres, hallábanse dispersas entre los pequeños conucos, recogiendo con afán las mazorcas de maíz con el propósito de preparar depósitos de chicha, como de costumbre, para el regreso de sus maridos y hermanos. Las madres únicamente podrían juzgar de la angustia de Ancáfila cuando al volver en busca de otro canasto de maíz, quiso darle una mirada al dormido chiquitín; su pena contenida fue acaso más intensa por no haber estallado, pues aún entre las tribus salvajes, las mujeres olvidan raras veces lo que deben al honor de sus maridos y de su tribu, por lo cual las esposas y madres luchan en silencio contra las calamidades más terríficas, antes que humillarse con lamentos y lágrimas.


Los llaneros, que para aquel temprano período de la guerra no estaban en modo alguno acostumbrados a la artillería, sobresaltáronse y se prepararon a ponerse fuera del alcance de las piezas de campaña; pero antes de que pudiesen montar, otro disparo mató un caballo, casi llevándole el brazo a un lancero, mientras le ponía el freno al animal. Páez cogió rápidamente al herido, a quien colocó en su propia silla, montando luego en las ancas para regir el caballo y sostener al maltrecho camarada. Mientras se alejaban al galope, en su forma usual de retirarse a la desbandada, un tercer proyectil disparado tras ellos por elevación, apenas levantó el polvo entre los pies de los caballos, sin causar daño alguno. Las tropas españolas, que hasta entonces habían guardado profundo silencio, celebraron la precipitada fuga de Páez y su Guardia, con gritos de ¡Mueran los insurgentes! ¡Abajo los chucutos! Suponiendo que habían abandonado el terreno por pánico y que al menos por aquel día no volvieron a molestarlos.


Algunas se ocupaban en ordeñar; mientras otras que tuvieron el cuidado de traer los útiles necesarios, pilaban maíz en grandes morteros de madera y con pesados majaderos; o bien cocían arepas en anchos platos de tierra. Buen número de las muchachas reuníanse a orillas de la laguna, para lavar la ropa de sus respectivas familias, y su incesant vocerío, junto con las risotadas que resonaban en el bosque, hacían ver que la emigración no embargaba sus ánimos tan hondamente como podía esperarse. La mujer de Páez, doña Rosaura residía en uno de los ranchos más grandes, preparado para recibirla con más holgura que de costumbre, por una partida de la Guardia de Honor, que se prestó espontáneamente para este servicio, pues, en realidad, los llaneros demostraban siempre extremada consideración por La Señora, como la llamaban de ordinario. Ella no debía semejante deferencia al solo hecho de ser la esposa favorita de su jefe, sino a que poseyendo una educación muy superior a la de todos los que la rodeaban, mostrábanse al propio tiempo tan modesta y bondadosa con cada uno, que aquellos le profesaban indecible respeto y admiración.


La caza de tigres, como se practica en los Llanos de Barinas, constituye uno de los espectáculos más interesantes, no sólo para quienes toman participación en ella y la emprenden con el objeto de proteger sus rebaños y para seguridad de sus mujeres e hijos, expuestos al ataque de tales fieras, cuando está ordeñando, sino también para los espectadores que acuden por simple curiosidad y entretenimiento.


Los dueños de hatos acostumbraban darse con anticipación una cita, a la que concurrían como punto de honor, con cuantos parientes y peones pudiesen reunir, todos en caballos de freno y armados de lanzas (porque antes de la revolución no se permitía generalmente a los criollos el uso de armas de fuego), excepto aquellos que se distinguían por su agilidad y destreza en arrojar el lazo, el cual se utilizaba con el propósito de coger a los animales feroces cuando salían de sus cubiles y mantenerlos asidos para que los demás cazadores los mataran sin peligro. Por consiguiente, considerábase honrosa distinción el figurar entre los enlazadores, puesto reclamado habitualmente por los principales ganaderos, sus hijos mayores y sus mayordomos, los cuales procuraban ir a la cacería en caballos seguros, hechos al ruido y alboroto, lo mismo que a la vista de las fieras, porque la menor rebeldía o timidez del caballo, en el momento de arrojar el lazo, podía tener fatales consecuencias para el jinete o para el compañero a quien había convenido en prestarle ayuda.



RICHAR VOWELL.
SABANAS DE BARINAS.
CARACAS,
MINISTERIO DE EDUCACIÓN, 1988.


Etiquetas: LLANEROS VENEZOLANOS, Revista Memorias de Venezuela, RICHARD VOWELL

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Friday, December 4, 2009

Privilegio exigente (General José Antonio Páez)


General José Antonio Páez 1859 - 1863 Lessmann & Fotografía Museo Bolivariano Caracas

Tomado de:
http://doctorpolitico.com/?p=2450

El único presidente de Venezuela que se ha equivocado es José Antonio Páez, al menos fue el único en admitirlo. El dos veces Jefe de Estado concluye así su Autobiografía: “Termino, pues, la historia de mi vida donde debió haber acabado mi carrera pública…”, esto es, en 1850. Reconoce así que se equivocó al seguir en el protagonismo político y volver al poder, y todavía más:
“Es seguro que en tantos años de carrera pública habré cometido yerros de más o menos consecuencia; pero bien merece perdón quien sólo pecó por ignorancia, o por concepto equivocado. Mi propio naufragio habrá señalado a mis conciudadanos los escollos que deben evitar”.


Los demás presidentes no se equivocaron jamás. Tal es su convicción, o su declaración. En cambio, los venezolanos pensamos mayoritariamente que los únicos en equivocarse fueron, precisamente, los presidentes, y que nosotros nunca hemos errado, ni siquiera al elegirlos. Que este país sería una maravilla si no hubiéramos tenido presidentes, gobiernos y políticos así.


En la investigación realizada para escribir estas páginas no encontré evidencias que sustentaran la infalibilidad popular o la sabia pureza popular. Los venezolanos, y nuestros gobernantes, juntos o por separado, nos hemos equivocado. Pero también, como hemos podido darnos cuenta, hemos sabido acertar.


Siempre se nos dijo que el poder en Venezuela es para los hombres de armas. “El mundo es de los valientes” en la frase carujana. Que esta tierra brava, rebelde, parejera, este “cuero seco” no podía ser gobernado “por las buenas”. Los civiles podían redactar proclamas”, escribir constituciones y leyes para no cumplirlas, pero no mandar. Los cuarenta años más estables y de más progresos en la vida de este país demuestra exactamente lo contrario.


Se ha diagnosticado que esas cuatro décadas cerraron su ciclo a causa de la corrupción, un fenómeno que antecedió a la democracia y que la ha sobrevivido con una salud y una fortaleza que impactan al menos impresionable de los observadores. Creo que la verdad es que su ocaso está más relacionado con el colapso del modelo rentista que no supo superar y con el alejamiento entre los partidos políticos y la sociedad toda, desde los sectores organizados con intereses grandes, medianos y pequeños, hasta el pueblo llano y sus mismas bases.


En el tiempo de los civiles en el poder, el único estable como tal en la Historia de Venezuela, la contabilidad política tiene sus créditos y sus débitos.


En cuanto a convivencia, el haber fue lograrla y mantenerla. Y el debe no valorarla.


En cuanto a instituciones, el haber fue organizar poderes equilibrados y ensayar la primera, y hasta ahora única, experiencia sostenida de poder distribuido, limitado, despersonalizado de nuestra existencia republicana. Y el debe, no desarrollar conciencia institucional.


En lo social, el haber fue la transformación radical de Venezuela y la educación de la abrumadora mayoría de los venezolanos. Y el debe, no haber logrado en la medida deseable la integración de esa sociedad nueva y compleja.


En lo económico, el haber es la modernización y diversificación de un aparato productivo que no es ni la sombra de lo que había. Y el debe, no haber superado el rentismo para poder generar prosperidad sustentable para todos.


En lo petrolero, el haber es la madurez para buscar y lograr el progresivo dominio de nuestro principal negocio. Y el debe, no haber sacado todo el provecho posible en desarrollos aguas abajo y con la inversión de los ciudadanos.


En la infraestructura y el medio ambiente, el haber es una descomunal transformación dl escenario nacional, y el debe nuestro inveterado descuido con el mantenimiento.


En lo internacional, el haber es una diplomacia vinculada a valores e intereses nacionales que nos ganó prestigio y respetabilidad en el mundo. El debes es una inmodesta sobrestimación de nuestras posibilidades que nos llevó, y nos sigue llevando, a empresas que nos exceden y no necesariamente nos convienen.


¿Es mayor la columna azul del crédito que la roja del débito?


Me parece que sí. Pero, en todo caso, he procurado poner honradamente en manos del lector los elementos de juicio que le permitan tomar su posición.


El logro más grande de los cuarenta años es haber demostrado que podíamos vivir en libertad y en paz, y el fracaso más triste no haber aprendido a defenderla y a mejorarla.


Si miramos la historia de este país, de Latinoamérica y del mundo, veremos que vivir en libertad es un privilegio, pero también una labor muy exigente. En la opresión sólo hay que obedecer. En la democracia hay que decidir. Porque la libertad se trata de atreverse cada uno a asumir su responsabilidad.


Ramón Guillermo Aveledo

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Thursday, December 3, 2009

Ricardo Gil Otaiza // El arte magnífico de Francisco Lacruz (General José Antonio Páez)

Tomado de:
http://www.eluniversal.com/2009/12/03/opi_art_el-arte-magnifico-de_03A3142415.shtml


Recientemente pude disfrutar en el auditorio de la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (APULA), de una muestra pictórica del artista plástico venezolano Francisco Lacruz (Mérida, 1945). Hubiese querido tener a la mano lápiz y papel (ni decir una laptop) para desde aquel recinto comenzar a describir mis profundas emociones en torno a aquella obra, que no me canso de calificar como "magnífica".

Me llamaron poderosamente la atención los retratos del físico alemán Albert Einstein (1879-1955): uno disertando sobre sus famosas teorías y el otro en actitud reflexiva. Con respecto al segundo -mi favorito-, destaca la luminosidad del rostro, la chispa del genio impregnada de sosiego; ese halo beatífico que nos sublima hasta alcanzar un candor metafísico difícil de patentizar sobre la tela. Es asombroso cómo logra Lacruz plasmar la textura de la piel, las manchas de la vejez y hasta los lunares, con un grado de perfección tal, que el espectador se queda atónito, paralizado, frente a la obra. Quien observa al Eistein reflexivo, setentón, meditabundo, con las manos entrelazadas, apoyado sobre sus libros, es presa de una extraña mezcla de sentimientos: alegría por el encuentro con el gran científico, pero también de compasión ante la inmensa soledad del genio; admiración por la exquisita luminosidad de unos ojos cargados de logros científicos, y al mismo tiempo pesadumbre por las tantas decepciones humanas llevadas sobre sus hombros ya cansados. Estar a solas con este retrato, es equivalente a un instante de gloria junto al eminente físico y pensador, que transmutó para siempre la percepción del mundo y su relación con el cosmos.

Magníficos también son sus lienzos de Mario Moreno Cantinflas, Diana de Gales, Jesucristo (en profundo trance de oración), niños campesinos vendiendo sus animales y sus verduras a los viajeros que se adentran por las estrechas carreteras andinas, y las vírgenes (casi beldades) con sus hijos sobre los regazos, entre otros, que completaron con maestría esta impresionante muestra pictórica.

He sido un fiel seguidor de la carrera artística de Francisco Lacruz; posiblemente el mejor retratista venezolano de su generación. Como todo ulandino, he podido extasiarme frente a sus obras que dan brillo a las galerías del Aula Magna, Paraninfo y Salón Rojo de la ULA. En la primera galería destaca la restauración que hiciera de un óleo de Tito Salas sobre el Libertador Simón Bolívar, así como los retratos de Tulio Febres Cordero, José Humberto Cardenal Quintero (con quien comparte honores pictóricos en otro de los espacios), Mario Briceño Iragorry, Caracciolo Parra Pérez, Julio César Salas, y Pedro Rincón Gutiérrez. En el Paraninfo (galería de los fundadores y rectores), exhibe los retratos de Francisco Javier Irastorza, José Domingo Paoli, José Antonio Páez, Carlos IV Rey de España (copia), otra vez Pedro Rincón Gutiérrez, Ramón Vicente Casanova, José Mendoza Angulo, Néstor López Rodríguez, Miguel Rodríguez Villenave, Humberto Pachano Rivera y Genry Vargas Contreras. En el Salón Rojo exhibe una copia hecha al retrato de Fray Juan Ramos de Lora, fundador de nuestra universidad.

En su carrera, Lacruz se ha adentrado en otras técnicas de expresión plástica: carboncillo, acuarela, plumilla y pastel, dejando sentado un estilo y unas ansias de perfección que se traducen en obras de extraordinaria calidad y belleza. Como se ha de suponer, su obra pictórica no sólo está presente en los predios de la casa de estudios merideña, sino también en diversas instituciones regionales, nacionales y fuera de nuestras fronteras.

Y si a todos estos méritos artísticos -que no alcanzo a describir con meras palabras, porque me quedo corto- se aúnan la sencillez del autor, así como su trato diáfano y directo, no queda otra alternativa sino reconocer en Francisco Lacruz a uno de los grandes talentos universales de nuestra muy amada ciudad de Mérida.

Vaya a ese gran artista este pequeño tributo de admiración de un humilde, pero sensible coterráneo. rigilo99@hotmail.com

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