Tomado de:
Bucaramanga, 2 de junio de 1828
A S. E. el general José Antonio Páez,
Mi querido general:
He recibido ayer cartas de Ocaña, que me han llenado de pesar por las
noticias infaustas que nos dan de la gran convención. Parece que la constitución
dada por Azuero y sostenida por los amigos de santander, iba a ser aprobada con
la mira de burlarse del gobierno y entromizar la más espantosa anarquía.
He creído indispensable informar a VD. del estado de las cosas y, por lo mismo,
mando a Maracaibo a Ibarra para que remita por aquella vía esta carta a su
cuartel general.
Yo convengo en todo con Vd. con respecto a lo que me dice en
su última carta recibida también ayer por la vía de Ocaña. Es preciso salvar la
patria a todo trance, dice Vd., aunque sea a costa de providencias
extraordinarias. Es verdad, general, debemos salvarla aunque tengamos que
padecer mucho por lo ingratos que nos han de calumniar por lo que van a hacer
los amigos bien a mi pesar, pues nos vamos a poner en una situación muy
crítica. Los amigos de la buena causa que están en Ocaña, me escriben que sus
derrotas los tienen desesperados y que están resueltos a retirarse antes de
firmar una constitución que aniquilará al gobierno de Colombia.
Yo les he
contestado que vean bien lo que van a hacer y que si se precipitan a un paso
tan decisivo podemos correr mil peligros sin objeto. En fin, veremos lo que
hacen. Las últimas cartas que he recibido son muy terminantes y resueltas. Iban
a proponer un proyecto de constitución muy liberal, pero temen que no lo
admitirán porque los de Santander se niegan a todo y diez o doce venezolanos lo
apoyan. además, hay un partido indiferente que frecuentemente se pone de parte
de los insolentes y facciosos: sólo los diputados de Cartagena, del sur y la
mitad de Venezuela son adictos al gobierno: por junto son veintiséis
enteramente decididos a abandonar el campo en la semana que viene y disolver
con esto la gran convención, si esta no conviene en una constitución regular
siquiera, o en un gobierno provisorio para consultar antes la voluntad de los
pueblos, y, por último, pedir que la constitución se someta a la aprobación
popular para que la acepte, la modifique o la rechace. Sin ninguno de estos
partidos quieren admitir esos obstinados santanderistas, los buenos diputados
rehúsan consagrar sus maldades, aunque este es un escándalo que nos pondrá en
grandes compromisos, llenará al país de alarmas y nos hará perder mucho en la
opinión de los extranjeros.
Yo había propuesto a mis amigos una resolución que
conciliara todos los intereses de las diferentes secciones de Colombia, que era
dividirla en tres o cuatro estados y que se ligaran para la defensa común, pero
nadie se ha atrevido a apoyar este expediente y todo el mundo me ha acusado de
que quiero abandonar la patria y aun perderla, sacrificando mi gloria y los más
sagrados intereses de Colombia. Me mandaron de Ocaña a O’Leary para que me
convenciera, yo he tenido que ceder, porque mi deber es salvar la república en
peligro tan inminente, pues nunca ha sido mi intención ni sacrificarla ni
perder mi gloria: mi única mira fue combinar intereses opuestos y partidos
encarnizados.
Yo espero por momentos una horrorosa tormenta y, por lo mismo, debemos
prepararnos a conjurarla, tomando todas las medidas de precaución para que el
desorden no nos arrastre a los crímenes de una sanguinaria anarquía. Por tanto,
pues, tome Vd. sus providencias precautelativas contra los enemigos externos e
internos, que se precipitarán a los mayores excesos en esta crisis horrorosa. Para
cuando llegue Ibarra a Maracaibo ya se habrá decidido la suerte de Colombia en
bien o mal, y siendo Vd., como lo es, el encargado de la defensa de ese país,
debe hacer todo lo necesario para salvarlo. Yo continuaré ejerciendo las facultades
extraordinarias y Vd. hará otro tanto conforme a las circunstancias. Estas
dictarán a Vd. las medidas más convenientes.
Es inútil añadir a Vd. que es indispensable excitar a la opinión pública para
que se pronuncie sobre qué medida debe adoptare para establecer un gobierno
provisorio al principio, afín de que se constituya la república conforme a las
voluntades públicas. Yo me abstengo, desde luego, de indicar siquiera mi
opinión. Yo insistí en que la gran convención se convocará para que la voluntad
nacional se cumpliera, pero esto no ha tenido lugar y, por lo mismo, es mi
deber ponerla en estado de que demuestren sus deseos libremente y que cada uno
pida lo que quiera, sea o que fuere, con tal de que no se avancen a obrar
arbitrariamente.
Encarezco a Vd. que cualquiera que sea el partido que el pueblo adopte, sea con
mucho orden y conforme a las leyes.
Pienso irme dentro de ocho días para Bogotá y allí recibiré noticias de todas
partes y obraré en consecuencia de lo que ocurra.
Mientras tanto soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.